Por Leopoldo Mendívil

LIC. ADÁN AGUSTO LÓPEZ,
SECRETARIO DE GOBERNACIÓN:
+ Si fuera la Patria como una madre cariñosa,
nadie abandonaría su país para ir a mendigar
el pan a donde se le desprecia.
Librado Rivera

Tal parece que solo cuando ocurre una desgracia del tamaño de la de Ciudad Juárez, Chihuahua, antenoche, nos acordamos de los migrantes como un serio problema de política nacional y regional.

39 migrantes fallecieron y otros 29 estaban seriamente lesionados por el incendio que estalló en la estación migratoria de esa ciudad. Difícil es encontrar en nuestra historia una tragedia de tan macabras dimensiones.

La versión oficial dice que los propios migrantes provocaron el incendio en el baño de hombres. El breve video de 30 segundos dado a conocer en redes y medios de comunicación no permite hacerse una idea clara sobre si el personal del Instituto Nacional de Migración (INM) aplicó un protocolo de evacuación. Claro, si es que tienen tal protocolo…

La historia reciente de la explosión migratoria de latinoamericanos que buscan cruzar el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos, parece un erizo que los gobiernos no saben manejar, sin importar cuán buenas sean sus declaraciones.

Ahí está el Pacto Mundial para la Migración Segura y Ordenada, firmado en 2018, lo mismo que la Declaración sobre Migración y Protección de Los Ángeles, California, signada por 21 países durante la Novena Cumbre de las Américas (16/06/22). Por su parte, la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU también propuso basar su plan de trabajo 2023 en “la resiliencia; abordar factores como pobreza, violencia o desigualdad (en los países de origen); (…) facilitar acciones para fortalecer la buena gobernanza migratoria en México y apoyar al Gobierno del país en el cumplimiento de sus compromisos.” Todo suena muy bien, pero…

Al inicio de la actual administración y con otro talante hacia la migración, el INM hasta llegó a presumir sus albergues y estaciones, así como los procedimientos para registrar a los migrantes. Tres meses duró el encanto cuando se juntaron dos factores antitéticos:

Por un lado, las condiciones de vida en Venezuela, Cuba, Ecuador y Haití se tornaron todavía más difíciles, con lo cual se sumó el flujo de estos países latinoamericanos al tradicional de Honduras, El Salvador y Guatemala. Por el otro, EUA se puso sus moños y en los últimos tres años ha expulsado de su territorio a tres millones de ilegales. En este punto hay un agravante, dadas las tensas relaciones con Venezuela, Ecuador y Cuba, nuestro vecino no los puede repatriar, así que los manda al sur del Río Bravo.

En territorio mexicano nada más hay que ver las cifras. En 2022, el Instituto Nacional de Migración arrestó a casi medio millón de migrantes, ocasionando hacinamiento y malas condiciones de vida en los albergues y estaciones, mientras se resuelve su situación.

Aun cuando a partir de 2023 EUA recibirá 30 mil migrantes al mes, siempre y cuando hayan seguido el nuevo procedimiento llamado Parole, México recibirá otros tantos cuya situación esté indefinida o hayan sido arrestados. Es decir, la presión migratoria difícilmente bajará y tengo la impresión de que el espíritu de respeto a los derechos humanos en el INM se quedó en el arcón de los recuerdos, pues desde hace dos años la CNDH lo tiene en la lista negra como una de las dependencias con el mayor número de Recomendaciones por Violaciones Graves.

En síntesis, estamos en una crisis humanitaria que no veo por dónde ni cuándo se podrá resolver. Demasiados factores, muchas voluntades requeridas, montones de dineros necesarios...

El incendio solo nos lo recordó.

FELIZ ANIVERSARIO PARA N+

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