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Foto: Crisol Plural |
Por José Luis Camacho Acevedo.
La construcción de un país más justo y democrático seguirá sin reconocer que existe un momento de reacción in es un hecho histórico que tiene entre sus rasgos fundamentales la creación de sus propios líderes.
El país está en una etapa de reconstrucción, es un hecho que nadie puede negar.
Y no hablo de una reconstrucción surgida de una voluntad gubernamental, que sí existe, sino de la actitud de una sociedad informada y participativa que está exigiendo cambios como los que contienen y detonarán en su tiempo las reformas estructurales del presidente Peña Nieto.
Esas reformas no son una concesión del poder hacia la sociedad. Son la respuesta a un justo reclamo de tener en el país mejores gobiernos, menos corrupción y más canales de participación popular genuina en los cambios reclamados.
En ese contexto es en el que llegan, después de cruzar momentos harto difíciles, días de reencuentro entre los diversos actores del cambio social en México.
Por supuesto que el pequeño e identificado grupo que protesta con unas formas por demás inesperadas e inconexas con su condición intelectual y su personalidad académica, seguirá sin reconocer que existen en el país esas condiciones.
Es de verdad sorprendente como el mecanismo cerebral del auto engaño lleva a personas con la formación y los niveles que se le reconocen en la observación del acontecer social a personas como la periodista Denisse Dresder, a asumir actos circenses de “inconformidad” y “disidencia”, disfrazados de protesta social, en las plazoletas de la ciudad de México para exigir una justicia, no se sabe si laboral o periodística, para su compañera de viaje Carmen Aristegui.
Ese por supuesto que no es el arquetipo de liderazgo recientemente conocido en varias partes del mundo donde se han gestado cambios sociales de gran calado.
Desde la comodidad de la intransigencia y el vedetismo los enemigos personales del régimen, o sea una enemistad de actores individuales contra un actor colectivo como el actual gobierno, institución en plena operación constitucional y respetando el principio de libertad de expresión que consagra nuestra ley fundamental, ese pequeño grupo trata de generar un cambio de trascendencia en el país.
Así no se comportan los líderes que logran cambios.
No hay que reclamar la ineficiencia del docenato panista ante el crimen organizado solamente.
También a la permisividad del priísmo anterior, que con formas más experimentas, prohijó un modelo de control político que se les desbordó a los protagonistas de la alternancia a principios del siglo.
No falta razón a algunos reclamos de esa minoría que ahora se manifiesta como protesta social vigente gracias a la existencia de las redes sociales.
Sin ellas simplemente Denisse Dresder y sus similares no existirían en el plano de la inconformidad periodística nacional, que de ninguna manera es algo que se pueda considerar una protesta social irreductible por su magnitud y su capacidad de convocatoria.
Estamos viviendo un especial reencuentro nacional, el Mexican Moment que muchos podemos contribuir a que se convierta de verdad en el cambio reclamado.
Y no veo en él ni a grandes líderes sociales encabezando un rechazo seguido por las masas a ese reencuentro.
La sociedad ya está a la espera del cambio.
Y la cincuentena de intelectuales que, perdidos en la fascinación del ego periodístico, se consideran líderes del cambio, simplemente no son los líderes de una protesta relevante.
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