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Por Gustavo Rentería*


La pregunta a estas del partido es ¿cómo se comportarán los perdedores? Porque en democracia, el que no obtiene suficientes votos se debería de convertir en un gran opositor -para ser contrapreso del poder- o de plano, apartarse del camino.

Pero como nuestro sistema el que gana, gana todo; y el que pierde lo pierde todo también, los derrotados a la buena señalan al arbitro de vendido, al ganador de violador contante de la ley, a los otros opositores de cómplices. Claro, a los medios de traidores y a los poderes fácticos de ser los verdaderos electores.

Les fascina a los derrotados de la política mexicana a vivir como víctimas, a gritar a las cuatro vientos que "el sistema" no los dejó llegar y que todo se ordenó dese Washington. Claro, también es culpa de los grandes capitales que se oponen a la transformación real. Y miles de pretextos más.

Si bien es cierto que hay muchos intereses, ya que lo que se disputa en cada elección es la renta nacional, el mayor número de perdedores hacen de su fracaso toda una industria. Sí, la mendicidad política disfrazada ha detenido en desarrollo de México. Y atención, no es exclusivo de un partido. Todos, todos son igualitos: democracia y justicia cuando ganan; corrupción, compra de votos y todas clase de engaños cuando pierden.

Nuestros políticos son muy malos perdedores, nuestros políticos no saben aceptar que hay mejores que ellos y que no todos pueden ganar.

Por eso, más allá de preguntarnos quién obtendrá sus constancias de mayoría y quienes rendirán protesta, después de este proceso electoral del 7 de junio; debemos preocuparnos por los miles de derrotados, que claro, no aceptarán los resultados.

Sin duda, el descalificar las elecciones, es una de nuestra fallas, de la adolescente democracia que tenemos.

*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
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