José Luis Camacho Acevedo
Desde el pasado sábado, día en que las cuatro fuerzas políticas nacionales PRI, PAN, PRD y MORENA, realizaron cónclaves nacionales en los que lo mismo se cambiaron reglas internas del juego que se proyectaron destapes de sus respectivos dirigentes, la fascinación que produce el fenómeno de la sucesión presidencial en México capturó la atención de los medios de comunicación nacionales y de los segmentos más politizados de sus audiencias.
La escena internacional atrapada en las secuelas de los atentados realizados hace apenas 12 días en París, nos regresa a una realidad que, fatal e irremisiblemente, nos incluye en ese panorama de incertidumbre que trae consigo el terrorismo en las formas que ha tomado desde los atentados de París.
Siendo Estados Unidos uno de los objetivos de ataques de ISIS, los tres mil kilómetros de frontera que tenemos con esa nación, la amenaza del terrorismo generado por el estado islámico ha provocado una inmediata reacción de sobrevigilancia no solo de la controvertida patrulla encargada de la seguridad en esa larga línea divisoria, sino de casi todos los organismos de seguridad que tienen los vecinos del norte que han puesto especial atención desde Matamoros hasta Tijuana.
Un elemento de especial preocupación para la seguridad de Estados Unidos es la migración de ilegales a ese país por la vía del inhumano traslado de los famélicos viajeros del ferrocarril conocido como La Bestia.
En esa dramática diáspora de los olvidados de la tierra, como llamaría Fanon a los condenados a emigrar porque en sus naciones las opciones de encontrar un trabajo que les permita acaso solamente alcanzar la sobrevivencia, los servicios de inteligencia y seguridad de Estados Unidos temen que se pueda convertir en el disfraz de terroristas que se infiltren en su territorio para perpetrar sus ya temidos atentados.
Y el grupo de políticos que ha tomado desde hace años como instrumentos de promoción y protesta a los curas que profesan una teología de la confrontación, que no de la liberación, ahora ha secuestrado la pastoral social del padre Alejandro Solalinde, un rebelde profesante que fue expulsado de varios seminarios antes de ser ordenado sacerdote, para ponerlo al frente de la protección de migrantes como una expresión de la defensa de los derechos humanos.
Pero ahora los escenarios son completamente diferentes al de hace apenas unos meses.
Al inicio del presente año, para no remontarnos a las épocas en que Samuel Ruíz o el ahora obispo de Saltillo Raúl Vera abrazaron la defensa de los indígenas chiapanecos inicialmente para entramparse más tarde en el apoyo político al movimiento zapatista del subcomandante Marcos, la tarea humanitaria del padre Alejandro Solalinde era tan plausible como necesaria.
Pero en menos de dos semanas, es decir de la fecha de los atentados de ISIS a varios sitios de la capital de Francia, manejar migrantes es una acción de altísimo riesgo por la sola posibilidad de que en esa masa de anhelantes buscadores de sobrevivencia, una masa abigarrada, informe y sin conexiones firmes ni en lo religioso ni en la pertenencia a nacionalidad alguna que la hace por ello peligrosa y permeable a la presencia de terroristas.
En la Bestia, paradójicamente La Bestia es el vehículo en el que traslada a sus defendidos un servidor de Dios como Solalinde, viaja el peligro de convertirse en escondite de secuestradores y narcotraficantes mexicanos.
En el escenario del terrorismo global, esa migración tan inhumana como ilegal, ahora puede ser el conducto por el cual se infiltren en Estados Unidos integrantes del Estado islámico.
Y en el supuesto de que los eventuales terroristas no logren su ingreso a Estados Unidos enmascarados en la inmigración ilegal en sus primeros intentos, entonces fatalmente permanecerán en nuestro territorio con todos los peligros que ello encierra.
Y el problema desde luego que no es una competencia del padre Alejandro Solalinde.
Al sacerdote se le puede señalar una riesgosa inocencia que en el escenario del terrorismo global se convierte de inmediato en imprudencia.
La responsabilidad es de las autoridades migratorias mexicanas.
Pero esas autoridades están muy cuestionadas tanto en sus niveles de eficiencia como en las pruebas de confianza a las pudieran ser sometidas y las que muchos de sus elementos muy probablemente no pasarían exitosamente.
La advertencia del peligro está implícita en el mensaje global que nos manda el pánico en el que se vive en estos días en Bélgica, señalada como siguiente objetivo de los yihadistas.
El país debe prevenirse, pero de ninguna manera paralizarse o detenerse.
Y esa condición la deben hacer posible los tres niveles de gobierno que mal tenemos.
La política en México tiene que continuar cumpliendo sus tiempos.
La vida nacional en todos sus aspectos debe proseguir su actividad de manera natural.
Pero de ninguna manera podemos actuar como un departamento estanco de un escenario global estremecido por la nueva expresión de la guerra que es el terrorismo.
En estos momentos confundir las prioridades de seguridad con las prioridades de la confrontación política, nos puede conducir a una expresión de violencia tan o más dramática que las que hemos vivido a raíz del combate al crimen organizado.
El terror como arma del estado islámico, es, sin duda, otra dimensión de la amenaza a nuestras vidas.
jueves, 26 de noviembre de 2015
Vuelta a la realidad:Terrorismo global y la peligrosa inocencia del padre Solalinde
Por Gustavo Rentería a las 13:45 archivado en Columnas Nacionales José Luis Camacho | Comentarios : 0
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