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lunes, 18 de enero de 2016

La biblioteca de Arcadia / Volver a una patria desconocida, drama de autoexiliados

Norma L. Vázquez Alanís

¿Qué significa para una persona volver a su país después de dos décadas de autoexilio? Es como si “reencontrara el mundo como podría hacerlo un muerto que, al cabo de veinte años, saliera de su tumba”, según resume el escritor Milan Kundera el sentir de quienes regresaron a la República Checa tras la caída del Muro de Berlín.

Esas personas ya no pertenecían a la patria de la que salieron obligadas por las circunstancias políticas; su vida estaba establecida -empleo, nueva familia, amistades- en las naciones que les acogieron en su situación de refugiados, pero que hubieron de retornar a Praga ante la insistencia de esos mismos amigos de que allá estaban sus orígenes y que la situación había cambiado.

De esta manera, uno de los protagonistas, Josef, siente que “apenas reconoce el mundo donde vivió, pero se topa constantemente con los restos de su vida: ve su pantalón, su corbata, en los cuerpos de los supervivientes, quienes, con toda naturalidad, se los han repartido; lo ve todo y no reivindica nada: los muertos suelen ser tímidos”.

En su novela ‘La ignorancia’, Kundera explora las sensaciones enfrentadas de aquellos emigrantes forzados, que tal vez nunca hubieran querido siquiera visitar de nuevo su lugar de origen; muchos de ellos fueron considerados desertores o traidores, no a la patria, sino a sus familias que se quedaban a enfrentar esa realidad de persecución y terror.

El tema central de ‘La ignorancia’ (Maxi Tusquets Editores México, tercera reimpresión, septiembre de 2014, 197 páginas) es la realidad del exilio, del tiempo transcurrido y de cómo el emigrante no siempre siente añoranza ni desea regresar a lo que ha dejado atrás hace tantos años.

Es el caso de Irena, el personaje central femenino, quien comprende que se ha convertido de manera irreversible en una exiliada, cuando al ponerse un vestido comprado en Praga y mirar su imagen, súbitamente piensa que ese sería su aspecto cotidiano si se hubiese quedado en su tierra… y eso ya no podrá ser nunca.

De ahí la relevancia de la constante referencia al mito homérico de Ulises, tanto para el narrador como para los intérpretes de la historia, porque en la mayoría de los casos el que tendría que ser un “feliz regreso” se transforma en la prueba de que estos desterrados voluntariamente no pertenecen a ningún lugar: de que el nuevo hogar nunca será del todo una morada y de que el antiguo ya no les pertenece.

Porque en su vuelta no hay nostalgia, solo una voluntad de cumplir con un compromiso al que los orillan quienes consideran un deber moral retornar a la patria, ahora libre, mas esa aventura termina por convertir también a la tierra natal en territorio extranjero. Esta es la tesis de la novela-ensayo: el descubrimiento de la extrañeza, de la ignorancia de lo que en algún momento fue propio.

En este sentido, Kundera quiso ubicar su relato en un entorno retórico de manejo difícil, la fluctuación entre el pensamiento puro y la narración, en un intento por ejemplificar las grandes cuestiones de la Historia de la segunda mitad del siglo XX a través de pequeñas escenas privadas, tal como lo hicieran Honorato de Balzac o León Tolstoi, e igual que ellos, sin renunciar al comentario en primera persona.

El encuentro fortuito -y kunderiano- en el aeropuerto de París de Irena y Josef refleja también la manera en que las vivencias, o los recuerdos que se tienen de ellas, no se parecen en la memoria de quienes las protagonizaron. Al volver a coincidir, dos décadas después, ella revive algo que ha sido importante y ha marcado su destino; para él no existe ninguna remembranza del hecho, lo ha olvidado.

Lo que sí es igual para esos dos desarraigados -así los consideran quienes permanecieron en Praga- es que ya no reconocen esa nación como propia, a tal punto que ya no identifican ni siquiera a las personas que fueron sus amigos, su familia tampoco parece cercana: los años de ausencia los han convertido en meros desconocidos.

Kundera expone al lector lo complicado que resulta para estos auto expulsados reconciliar el pasado y el presente, así como quiénes eran y en quiénes se han convertido, una vez que retornan a su antigua patria.

El corolario del texto podría ser que el exilio levantó un muro de desconocimiento y desarraigo entre la población checa y los expatriados, quienes lograron la ignorancia de sí mismos, de su propia historia y el olvido de lo que fue… la miserable falsedad de la memoria.

En ‘La ignorancia’, Kundera aborda temas profundos y relevantes de una manera cruda y directa sin concesiones ni sentimentalismos innecesarios. Esta obra tiene el formato breve, la ligereza sintáctica y estilística de las novelas francesas del autor, pero conserva la ambición de pensamiento y el poder imaginativo del Kundera en checo.

Post Scriptum

Milan Kundera (Brno, Checoslovaquia, 1929) estudió en el Carolinum de Praga e impartió clases de historia del cine en la Academia de Música y Arte Dramático de 1959 a 1969, y posteriormente en el Instituto de Estudios Cinematográficos de Praga; también trabajó como jornalero y músico de jazz; esto último no sorprende, pues su padre, Ludvik Kundera, era pianista.

Después de la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968 perdió su trabajo y sus obras literarias fueron prohibidas; en 1975 consiguió emigrar a Francia donde impartió la cátedra de literatura comparada en la Universidad de Rennes entre 1975 y 1980, y más adelante en la Escuela de Altos Estudios de París.

Entre su vasta obra destacan ‘La broma’ (1967),’El libro de los amores ridículos’ (1970), ‘La insoportable levedad del ser’ (1984), ‘La inmortalidad’ (1991), ‘El arte de la novela’ (1986), ‘Los testamentos traicionados’ (1995), ‘La identidad’ (1996) y su más reciente texto ‘La fiesta de la insignificancia’ (2014).

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