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lunes, 25 de enero de 2016

La crisis que anuncia Carstens y el diluvio que viene detrás exige gobernabilidad

José Luis Camacho Acevedo

Escribir sobre escenarios electorales en momentos en los que México padece graves crisis económicas y de seguridad pública, puede parecer un ejercicio periodístico algo forzado y marginal observando las urgentes prioridades por atender que tienen los encargados de las conducciones políticas y económicas dela nación.

El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, anunció que estamos en el umbral de una de las más graves crisis económicas que el país haya sufrido en los últimos cincuenta años.

La declaración de un funcionario como el doctor Carstens, quien siempre me ha parecido que tiene un manejo muy profesional y muy prudente en sus declaraciones a los medios, me causó más preocupación de la que tenía desde antes de que el precio del dólar estuviera ya en la frontera de los 20 pesos y el precio del petróleo presentara cotizaciones tan bajas que los especialistas apuntan que la recuperación del valor del crudo será de mediano a largo plazo.

De plano México se acabó, o mejor dicho, se acabaron, el país lopezportillista que debería prepararse para administrar la abundancia.

Como mis conocimientos sobre la macroeconomía son prácticamente inútiles como para aventurar un análisis del momento que vivimos, busqué a un viejo compañero de la casa de asistencia que habitamos en Avenida Universidad 2074, casi esquina con Copilco, con el que me reúno regularmente y que ahora es un profesional del ramo encumbrado como uno de los CEO más reconocidos de México, para que me diera su opinión acerca del anuncio de Cartens sobre la crisis que nos tiene preocupados a todos.

Fue al grano y me dijo: habrá recortes en el presupuesto del gobierno; la inversión se retraerá porque esta crisis tiene connotaciones mundiales; habrá más pobreza y ella traerá más inseguridad.

Después de la crisis que anunció Carstens, va a venir otra más difícil de controlar porque va a generar una protesta social que puede llegar a la violencia.

El docto economista parecía hablar como un político.

Le pregunté directo: ¿Cuántos años durará este escenario que describes?

Me respondió: Si yo fuera político no me gustaría ser el próximo presidente de México.

A partir de 9 años, puedes hacer tus cálculos, me respondió con toda seguridad.

Y concluyó diciendo que el problema se agravará por una pobreza que, como opinan muchos expertos en temas sociales, proviene de una excesiva concentración del ingreso en un país como el nuestro en el que las leyes están relajadas, los funcionarios corrompidos y la democracia es todavía muy imperfecta.

El diagnóstico que escuché me hizo pensar que no es ocioso, a pesar del diluvio anunciado que viene en materia económica y de seguridad, describir de escenarios electorales que, sin duda, van a reconfigurar la gobernabilidad del país con los resultados que se obtengan.

Habrá que analizar con cuidado qué tipo de gobernabilidad ofrecen los aspirantes a gobernadores que ya están enlistados para competir en los comicios de junio próximo.

La apuesta ya no es de política electoral. No es el destino de los partidos políticos lo que está en juego.

El reto es cumplir con una tarea de dar gobernabilidad a la crisis que ya está, y más todavía, a la que viene por el coletazo que nos dará la crisis mundial, por parte de cada uno de los que resulten vencedores en los comicios de junio.

Es el tiempo de la gobernabilidad para que el país no desborde los límites de la civilidad entre la población.

Una gobernabilidad que mantenga funcionando a nuestras ya muy quebrantadas instituciones y resistan esta prueba que nos viene y no nos vayamos de plano a los niveles que hoy tiene, por citar un caso paradigmático, el medio oriente.

Niveles y condiciones de vida caracterizados por la pobreza, la emigración y la violencia.

No hay tiempo ni espacio para regodeos futuristas y menos para más corrupción.

El país está en un grave riesgo de llegar a la descomposición total.

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