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lunes, 28 de marzo de 2016

La Cueva de la Hidra / La Reconciliación


Margarita Jiménez Urraca

Diferendos entre Miguel Ángel Mancera, Eruviel Ávila y Francisco Olvera, no sin razón, consecuencias por errores que alguien cometió, divisiones, facciones, ceguera, fuego amigo, escisiones, exhibición de fallas, falta de grandeza para aceptar lo que se hace bien; el Estado Mexicano enfrentando al crimen organizado, los partidos políticos perdiendo seguidores, sindicatos y partidos pequeños vendiendo sus favores al mejor postor (no es nuevo), a fin de favorecer alianzas; redes sociales estimulando el encono entre personas, personajes y grupos, el “Mesías del Trópico” aprovechándose del río revuelto, en fin que la reconciliación, base del acuerdo nacional desde el que podrían resolverse diversos problemas que agobian al país, no se da, a pesar de la Semana Mayor o la de Pascua o cuando sea. No es tema.

En la izquierda, en la derecha, en el PRI, en los partiditos lo que menos cuenta es el ciudadano. En la iglesia, más o menos, y de los servicios públicos que se prestan a la ciudadanía ni que decir y menos si hay contingencia.

El sexenio nació con el Pacto por México, el que propiciaría que las Reformas Estructurales lograran la aprobación de todos los partidos, después, con el paso por diversos conflictos políticos y diatribas, las escisiones se darían y profundizarían; entonces, la pregunta que surge y se refleja en los medios de comunicación y en las encuestas es ¿quién está ganando con todo esto? Acertó: Andrés Manuel López Obrador.

En la medida que la sociedad advierte divisiones, desacuerdos, pleitos, voltea la cara a otra parte; explicarles que el debate es necesario para resolver, crecer, desarrollarse como ciudadanos sería un buen tema de comunicación. Nadie se ocupa de ello. En las salas de espera quieren ser atendidos los mexicanos, en las oficinas de trámite, despachos de los poderosos, en las oficinas públicas quieren lograr ser escuchados, considerados sujetos de todos los esfuerzos, mirados a los ojos con respeto –muchos de ellos podrían aportar– por lo menos en la Semana de Pascua que hoy inicia, como preludio de una mejor relación con los ciudadanos, los contribuyentes, los electores, con la gente que quiere un México diferente. Tranquilidad, por Dios.

Ayer domingo, en las sociedades de origen judeo-cristiano inició la semana de Pascua, de paz, de fraternidad, que en la vida moderna podría expresarse en hacer las paces, pactar, ponerse de acuerdo, a fin, propiciar las condiciones para una convivencia posible que genere las buenas noticias que tanto se necesitan en etapas tan complejas como la que se vive. Por lo pronto yo les doy la paz.

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