Teodoro Raúl Rentería Villa
El ex miembro de las SS de Hitler, Reinhold Hanning, a sus 94 años de edad, fue sentenciado por su participación en el exterminio de 170 mil presos en el campo de concentración de Auschwitz.
A sus 23 años combatió en Francia y en Ucrania hasta que resultó herido; se le inhabilitó para volver al frente y se le destinó a Auschwitz. Tras la Capitulación del Tercer Reich, el 8 de mayo de 1945, pasó una temporada en un campo de prisioneros aliado, después “rehízo” su vida como un ciudadano corriente.
Las muertes por las que fue procesado corresponden tan solo al periodo en que sirvió en ese campo de exterminio de la Polonia ocupada, entre enero de 1943 y junio de 1944. En su calidad de guardia de Auschwitz –argumentó la Fiscalía- era plenamente consciente y cómplice de los asesinatos ahí cometidos.
Los datos recabados estiman que tan solo en ese campo de concentración y exterminio fueron asesinados 1.1 millones de personas, “en su mayoría judíos, pero también homosexuales, gitanos y comunistas, incluidos mujeres, niños o ancianos, ya fuera en las cámaras de gas, de hambre o de enfermedad”.
Sirvan estas líneas para entender la gravedad de los discursos homofóbicos, racistas y violentos; esos “liderazgos” o figuras que llaman a responder por ideologías equivocadas traen consigo mucho peligro.
Desafortunadamente en muchos casos, recubiertas por el fanatismo, se buscan seguidores que bajo esa creencia actúan prácticamente en la sinrazón. En pocos meses Estados Unidos vivirá su proceso electoral presidencial; el mundo está alerta ante el resultado. En este caso la democracia puede jugar una mala pasada a la humanidad; entiéndase –y esperamos que no suceda- que el posible triunfo de Donald Trump no puede responder más que a una sociedad engañada, pero más grave aún, con profundos signos de supremacía.
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