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jueves, 10 de agosto de 2017

Enfoque Global / Riesgos del desmoronamiento del PRI

José Luis Ortiz Santillán

Ha comenzado la carrera por la presidencia de México de 2018. Los partidos políticos del país han iniciado ya el diseño de una estrategia que les permita ganar el voto de millones de mexicanos y acceder al poder político por la vía electoral, convencidos que el Instituto Nacional Electoral (INE) garantizará la equidad del proceso y ganará quien obtenga la  mayoría de los votos.

Si esa condición se da, si se respecta el voto de los ciudadanos, seguramente dejaremos de ver por algunos años al PRI en Los Pinos y el nacimiento de un nuevo periodo de restructuración interna, de deserciones y de conformación de nuevas fuerzas, porque el PRI actual no tiene nada que ver con el que nació en 1938 bajo la dirección del General Lázaro Cárdenas, heredero del nacionalismo revolucionario que hoy ha perdido, diluido en el neoliberalismo que poco ha diferenciado el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto de los dos últimos gobiernos del PAN (2000-2012). Quizá por esa razón, bien podríamos acudir en estos días al inicio del desmoronamiento del PRI que se ha alejado del nacionalismo revolucionario que le dio vida.

El presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, ha dicho recientemente que el “PRI en la pluralidad política es muy fuerte, en la unidad de propósito, el PRI es invencible”; pero lamentablemente para el presidente del PRI, frente al empobrecimiento de los ciudadanos, al crecimiento del número de pobres en estos años, al aumento de miles y miles de profesionales desempleados, a los millones de hombres y mujeres que diariamente se ganan la vida en la economía informal, al aumento de la corrupción, de la inseguridad producto del crimen organizado y el desempleo, el PRI hoy está pulverizado.

No podemos olvidar los enormes problemas de corrupción en los diferentes niveles del gobierno, entre ellos los casos de los gobernadores César Duarte Jáquez, Rodrigo Medina de la Cruz, Fausto Vallejo Figueroa, Tomás Jesús Yárrington Ruvalcaba, entre otros ¿O será a caso que nuestro pueblo no tiene memoria? Eso lo veremos en 2018.

Pues a menos de un año de las elecciones generales para elegir al Presidente de la República, Diputados y Senadores, las promesas que llevaron a Enrique Peña Nieto a convertirse en presidente han quedado en la historia como retórica; donde “Te lo firmo y te lo cumplo” frente a notario, ha quedado sin valor y sin instrumentos entre los ciudadanos para obligarlo a cumplir, que no sea el voto de castigo en contra del engaño y la manipulación de las conciencias.

Lo lamentable no es sólo que el PRI haya defraudado con el gobierno del presidente Peña Nieto a los ciudadanos, sino que defraudó a miles y miles de sus militantes, los cuales trabajaron arduamente en 2012 para hacer posible que el PRI llegara nuevamente a Los Pinos, considerando que una vez retomado el poder perdido en el año 2000, podrían contribuir a ejercer el gobierno desde las distintas instituciones del estado; algo que no sucedió, pues los cuadros que dejó el PAN en la estructura del aparato estatal fueron reciclados y marginados hasta el día de hoy miles de sus militantes.

Lejos de revisar críticamente el camino recorrido hasta hoy, el PRI está decidido a realizar cambios es sus estatutos para golpear una vez más a sus militantes, para optar por quien supone le puede dar mejores resultados electorales.  En su Asamblea Nacional, seguramente modificará el Artículo 166 de sus estatutos, el cual señala que “para los casos de presidente de la República, gobernador y jefe de Gobierno del Distrito Federal se requerirá acreditar la calidad de cuadro, con diez años de militancia partidaria”, con lo cual muchos de sus cuadros que aún están buscando incorporarse al gobierno actual o aquellos que recibieron una jefatura de departamento o una subdirección en alguna institución, como premio de consolación, seguirán esperando una oportunidad en el futuro.

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