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miércoles, 2 de agosto de 2017

¿Por qué no manda México?

Miguel Arroyo

(Décima Quinta Parte)

Volvemos a este valioso espacio periodístico después de un forzado receso que no viene a cuento para el interés del lector amable e indulgente, pero que impidieron a esta modesta pluma escribir las líneas que en colaboraciones son recibidas por la gentileza de “Libertas” y de su director y fundador, nuestro admirado amigo don Gustavo Rentería.

Pero volvamos a lo nuestro y a la guerra del 46-47 del siglo XIX, mediante la cual los Estados Unidos de América, nos despojaron de más de la mitad de nuestro  territorio.

Tenemos la visión del soldado yanqui, limpia y bondadosa en la guerra y con sus enemigos, que los medios propagandistas del vecino país allende el Río Bravo, nos han dado a cucharadas en películas y series de tv. El soldado estadunidense, es siempre el buen muchacho que ofrenda su esfuerzo y su vida por  la libertad y nunca invade la tierra ajena sino que la libera, desinteresadamente.

En la guerra del 46-47,  ese bueno de siempre, fue un verdadero delincuente que ultrajó a la tierra y a la población inválida según las propias crónicas de la época.

De acuerdo con la obra de William Jay, “Revista de las Causas y Consecuencias de la Guerra Mexicana” y en palabras del propio general en jefe del ejército Taylor, el ejército gringo tuvo un comportamiento deleznable, veamos:

“El general Taylor, en un despacho que dirigió a la Secretaría de Guerra el 16 de junio de 1847, decía:
Lamento infinito tener que informar que muchos de los voluntarios enlistados por doce meses, en su camino de aquí al bajo Río Grande, han cometido muchas depredaciones y ultrajes contra los habitantes pacíficos.  Difícil será  encontrar un solo crimen que no hayan cometido esos hombres, según se me informa”.

El corresponsal del Charleston Mercury escribió luego de la caída de Monterrey:

“En Matamoros, el asesinato, el robo y el estupro se cometían a la luz del día; y como si tuviesen el deseo de señalarse en Monterrey con algún acto nuevo de atrocidad, los soldados prendieron fuego a muchas chozas de los pobres campesinos. Se calcula que más de cien habitantes fueron asesinados a sangre fría.”

Bastan estas dos muestras para poner al descubierto la banda de la peor ralea que conformaba la gran parte del ejército yanqui.

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