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martes, 2 de octubre de 2018

Enfoque Global / A 10 años del colapso de Lehman Brothers y el socialismo de Wall Street

José Luis Ortiz Santillán

Hace 10 años, por primera vez en la historia de los Estados Unidos, el socialismo se instauró para rescatar de la banca rota a su economía. En 2008, en el país que había defendido a capa y espada el libre mercado y encabezado la lucha contra el socialismo real en el planeta durante décadas, debió ceder ante la crisis financiera que desataron los créditos basura (los “Subprimes”), la cual arrasó su sistema financiero y llevaron a la economía mundial a la actual crisis del mundo capitalista.

Crisis que se ha caracterizado por el crecimiento nulo, la inutilidad de los estímulos monetarios tradicionales a la economía, que llevaron a las tasas de interés de los bancos centrales a prácticamente cero puntos; así como la crisis de la deuda soberana en los países desarrollados; el crecimiento sin empleo en Alemania; el aumento de la especulación en los mercados; la caída de los precios de las materias primas; el renacimiento del nacionalismo; el cuestionamiento a los beneficios de la globalización y de la integración regional; la vuelta al proteccionismo comercial; las revueltas sociales; la guerra en medio oriente y la crisis migratoria, entre otros rasgos.

Una crisis que no ha sido sólo pérdidas para muchos, pues hay quienes se han beneficiado de ella. Los principales beneficiarios han sido los especuladores, los que operando en los mercados financieros y ventas a futuro, han logrado amasar enormes ganancias comprando barato y vendiendo caro; aún hoy las agencias de prensa dan cuenta de cientos de enormes barcos petroleros varados, sólo a la espera del aumento de los precios del petróleo, por ejemplo.

De este modo, diez años después del colapso de Lehman Brothers y los rescates multimillonarios de empresas en los Estados Unidos, incluido el Banco de América, el mundo parece haber olvidado esa tragedia que llevó a millones de personas alrededor del mundo a perder sus ahorros, productos del fraude financieros, y como perdieron su patrimonio en un instante; olvidando como miles de familias en los Estados Unidos perdieron sus hogares y sus empleos, imposibilitados de pagar los créditos inmobiliarios.

Empresas y bancos perdieron parte de sus activos y pasaron a poder del Estado por un tiempo. Hace diez años se instaló el socialismo de Wall Street en los Estados Unidos, el Estado pasó a convertirse en el propietario de empresas y bancos para evitar su ruina, bajo el pretexto de preservar el empleo, evitando que las leyes del mercado restructuraran su economía y eliminaran a miles de competidores débiles; proceso al cual contribuyeron los ahorros del todos el mundo a través de los bancos del planeta.

Por primera vez, los líderes de los países capitalistas desarrollados, a través del Grupo de los 7 (G7), y de los países en desarrollo, a través del Grupo de los 20 (G20), reconocieron las debilidades del Estado y plantearon la necesidad de que éste revisara sus funciones reguladoras. El capitalismo estaba herido de muerte entonces y se requería una acción conjunta, coordinada para rescatarlo; sin embargo, cumbres fueron y cumbres vinieron del G7 y del G20, dejando pasar la oportunidad de reformarlo y desperdiciado la oportunidad de neutralizar a los especuladores y escribir nuevas reglas para el funcionamiento del mercado, estableciendo un nuevo orden económico internacional.

Algunas medidas se han tomado en el seno del G20 y con el apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI). En el mundo y en los países desarrollados y en desarrollo, las autoridades regulatorias han tomado algunas medidas para reducir los riesgo obvios cuando los mercados financieros estallaron a finales de 2008; por ejemplo, un análisis del Banco de Pagos Internacionales concluyó que ahora hay mucho menos riesgos en el mercado de crédito, en particular en los Swaps, epicentro de la crisis; mientras que los bancos se han visto obligados a aumentar su capital social, sus reservas, y reducir el apalancamiento; estableciendo acuerdos institucionales para responder con más rápidamente ante crisis de liquidez.

Sin embargo, hasta hoy las nuevas herramientas de los bancos centrales para administrar los mercados financieros, como el aumento de los requisitos de reservas, las llamadas palancas de políticas, no han sido probadas y se cuestiona su funcionamiento óptimo. Por ejemplo, el FMI ha advertido sobre los riesgos que podría acarrear la deuda de China y el crecimiento excesivo del crédito; al igual que el aumento del endeudamiento de los Estados Unidos, cuya deuda pública es cada vez mayor y amenaza con superar los 22 billones de dólares.

Aunque países como México jamás reconocieron estar hundidos dentro de la crisis actual del capitalismo y muchas veces se ha señalado que la crisis iniciada en 2008 ya fue superada, la realidad es otra. Desde el inicio de esta crisis el comercio mundial no ha vuelto a reactivarse y recientemente la Organización Mundial del Comercio (OMC) advirtió sobre su desaceleración; no sólo se han caído los precios de las materias primas sino que se han reducido las exportaciones en michos países como México, con sus consecuencias negativas para el crecimiento de la economía y la creación de empleos.

No estamos frente a la profundización de la crisis actual, pero ésta tampoco ha sido superada. En tanto los rasgos de la crisis sigan presentes y se sigan agravando, la crisis actual del capitalismo estará latente. Es cierto que las reservas que ha acumulado el Banco de México hasta hoy, son infinitamente superiores a las existentes en 1994, año en que se produjo la crisis de los “errores de diciembre”.

Sin embargo, una golpe como el sufrido a finales de 2008, provocado por la especulación sobre el nuevo gobierno en México y sus políticas públicas, la renegociación del TLCAN, la caída de las exportaciones, por ejemplo, podría traer consecuencias negativas sobre la economía del país y sus reservas; en el contexto donde continúa en aumento el crecimiento de los mercados de acciones, el retroceso de las regulaciones posteriores a la crisis de los “Subprimes” y aumenta la fragilidad en los mercados, producto del proteccionismo estadounidense y las sanciones económicas impuestas a Rusia, Irán, Turquía y Venezuela; así como la crisis argentina; donde pareciera que poco se ha aprendido de esta crisis.

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