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martes, 25 de junio de 2019

Concatenaciones / La crisis de los periodistas

Fernando Irala

De entre los múltiples hechos de sangre que día con día ocurren, y a los que ya nos estamos acostumbrando, llamó en días pasados la atención lo acontecido en Zacatecas: la muerte por ahorcamiento de Lucía Castillo, la directora de una importante cadena televisora en ese estado.

Se trató de un suicidio. El declive de las televisoras, que han perdido su público por las aplicaciones de las redes sociales y el internet, llevó a la empresa en la que se había desempeñado a lo largo de un decenio a realizar primero un recorte sustantivo, y luego a cancelar de plano todo tipo de producción local.

Lucía se quedó súbitamente sin empleo, y un mes después decidió quitarse la vida, seguramente luego de constatar que le sería muy difícil encontrar una posición laboral similar. No exploró tal vez emigrar a otra entidad, y probablemente no tenía desarrollada la vocación para emprender una empresa.

Su ejemplo es extremo, pero ilustra las dificultades a las que se enfrenta una generación de periodistas y comunicadores, particularmente los de edad madura, cuya formación precedió al boom del internet y las redes digitales, en donde hoy una multitud encuentra no sólo entretenimiento sino oportunidades de ocupación y negocios.

El caso, siendo extremo, no es único. Del otro lado del mundo, en Bangkok, el corresponsal francés Arnaud Dubus se suicidó tirándose de lo alto de un puente, en circunstancias parecidas. A lo largo de su carrera de treinta años años, Dubus había visto descender los ingresos que obtenía por la venta de sus reportajes sobre temas asiáticos a medios franceses y suizos.

La precariedad económica lo llevó a aceptar finalmente un empleo en el departamento de comunicación de la embajada francesa en Tailandia. Esta opción aparentemente resolvió su situación financiera, pero a cambio agudizó una depresión que lo llevó a tomar la decisión fatal.

En Tailandia, en México y en todo el planeta, miles de periodistas y comunicadores viven la agonía del periodismo tradicional, un fenómeno de la industria que se traduce en innumerables tragedias individuales y familiares.

Es común entre los colegas no tener acceso a la seguridad social, o tener sólo breves etapas cotizadas, lo que vuelve imposible lograr una pensión decorosa al final de la vida. La falta de empleo e ingreso es un tema frecuente en el gremio.

En nuestro país, esto no lo ocasionó la cuarta transformación, pero el recorte y prácticamente la desaparición de los presupuestos de publicidad oficiales sólo agudizarán el proceso que en realidad se ha originado por la revolución digital, que ha puesto fuera de moda a los periódicos y revistas e incluso a los llamados medios electrónicos.

Así se vive, y de pronto así se muere en el gremio periodístico de nuestros días.

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