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lunes, 10 de mayo de 2021

Concatenaciones / El derrumbe

Fernando Irala

En un país dividido, cada vez más polarizado, el derrumbe de una trabe por la que se precipitó a tierra un convoy de la línea 12 del metro fue percibido de manera casi unánime por la población: no se trató de un accidente, sino de la consecuencia de negligencias e irresponsabilidades acumuladas.

La más nueva de las líneas del transporte metropolitano que corren por toda la ciudad sumó desde su inicio todas las vicisitudes posibles.

 Su trazó final no corresponde al planeado originalmente; el tramo elevado se hizo sin ninguna lógica, sólo para no molestar a quienes habían invadido derechos de vía y constituían una apetecible clientela electoral.

Las vías no corresponden al rodaje de los trenes, y se usan ruedas metálicas contra la recomendación de usar neumáticos.

Los giros son demasiado cerrados, y ni la altura de las columnas ni el material de las trabes corresponden al diseño original.

La línea se construyó en la mitad del tiempo planeado, porque el jefe de Gobierno quería inaugurarla él y no dejar la gloria a su sucesor.

Esta vez no hay pasado al cual echarle la culpa, porque ellos han sido desde finales del siglo pasado los mismos, y han tenido en el Metro, en general en el transporte colectivo, una papa caliente que no han sabido manejar.

En el último tercio del siglo XX, el viejo régimen construyó sin muchos problemas una decena de líneas del Metro. En el siguiente cuarto de siglo, la izquierda de “primeo los pobres” sólo ha construido una línea, y ya se les cayó.

La comparación es inevitable. Pero hay otra peor. En sus inicios el Metro tuvo un solitario accidente fatal, en 1975 en la Calzada de Tlalpan. Cuarenta años más tarde ocurrió el segundo siniestro, en Río Consulado. En el actual sexenio van tres accidentes fatales, uno en Tacubaya, otro en el centro de control del sistema, y el que acaba de ocurrir rumbo a Tláhuac.

Me quedo con lo que opinaba en Twitter Andrés Manuel López Obrador, luego del socavón en el paso exprés de Cuernavaca, en 2016: en cualquier gobierno por tragedias así ya habrían corrido a alguien.

Pero aquí no corren a nadie, no hay, ya no digamos sentido de responsabilidad, ni tantita noción de vergüenza o dignidad. Será que no son iguales.

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