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viernes, 30 de julio de 2021

Desigual

 

Arnulfo Valdivia Machuca

@arnulfovaldivia

Defino al suéter como una prenda que una mamá le pone a un niño cuando ella tiene frío, así el niño tenga calor. No es mala fe; es ignorancia. Lo mismo sucede con la igualdad: es un suéter que a alguien se le ocurrió ponerle hace 300 años a un mundo que, por donde se vea, es desigual. No fue mala fe, sino ignorancia.

El ideal de la igualdad es bellísimo, pero inoperante a todos los niveles. Biológicamente todos los seres humanos somos diferentes, ahí están las huellas digitales para probarlo. Las sociedades son inherentemente diferentes, ahí están la pobreza y la riqueza o las diferencias culturales y físicas como ejemplo.

Incluso hoy, las grandes luchas sociales no son por la igualdad, sino por la desigualdad. Las comunidades indígenas o la comunidad LGBTIQ+ luchan por diferenciar su cultura los unos, y por el respeto a una preferencia sexual no convencional, los otros.

Hasta el feminismo lucha por el reconocimiento de las diferencias. Lo que a un nivel pide “igualdad ante la ley”, en otro afirma elementos diferenciadores para interpretarla: la acción afirmativa o la definición de feminicidio como algo distinto a homicidio, son buenos ejemplos del reconocimiento de las diferencias como manifestaciones concretas de equidad, que no así de igualdad.

Los arcaicos sistemas educativos del mundo reflejan también este absurdo ideal de igualdad. Quizá por eso son absurdamente ineficaces. Al querer educar igual al artista y al matemático o al abogado y al deportista, frustran carreras, destrozan sueños y producen hordas de profesionistas fracasados, que son después seres humanos infelices.

Quizá es tiempo de disrumpir y darnos cuenta de que con el ideal de la igualdad nos ha ido muy mal. Vivimos en un mundo más rico, sí, pero fundamentalmente cada vez más desigual. Quizá si intentáramos construir desde la desigualdad lograríamos algún grado de equidad.

Incluso para acabar con la pobreza, la igualdad sale sobrando. Lo que requerimos es la aplicación selectiva de apoyos desiguales a personas que inician desde una base dispar y tienen objetivos distintos. Apoyar por igual a personas que inician desde un piso desigual sólo perpetúa las diferencias originales. Lo que se requiere son oportunidades individualizadas para personas que son y están en condiciones absolutamente distintas.

¿Es difícil personalizar el desarrollo? Por supuesto. Sobre todo cuando el instrumento que se usa para lograr la equidad es la igualdad. El paradigma es incorrecto, porque es intuitivo. Quizá sea hora de ser contraintuitivos y decirle a la mamá que el suéter ya casi derrite al niño, porque no hace frío, sino mucho calor. Somos todos diferentes y queremos equidad pero el camino definitivamente no es, como ha sido, la aspiración de igualdad. Es el consejo desigual de tu Sala de Consejo semanal.

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