Arnulfo Valdivia Machuca
@arnulfovaldivia
Un mensaje de WhatsApp y ahí estaba: la fotografía de una simpática gordita, aparentemente de Botero. Una pequeña escultura debidamente firmada y numerada, pero también cubierta de dudas sobre su originalidad. “¿Será legítima?, me preguntó mi gran amigo. “NFT”, pensé. “Si tan sólo la gordita fuera un NFT.”
¿NFT? Non Fungible Tokens, por sus siglas en inglés, algo así como Certificados No Fungibles, en castellano. Y si no sabes de qué demonios estoy hablando, ahora juntos lo aclaramos.
Los NFT son activos digitales vinculados por lo general a una creación también digital única, especial o demandada y que le dan propiedad exclusiva de esa creación a quien posee el NFT. Por ejemplo, Jack Dorsey, cofundador de Twitter, vendió en marzo pasado, por 2.9 millones de dólares, un NFT válido por el primer tweet de esa red social. Trino que, por cierto, se emitió el 21 de marzo de 2006, si es que a tu morbo le interesa el dato.
Hoy se puede comprar y vender la propiedad de todo tipo de artículos digitales a través de NFTs y se han vuelto un popular vehículo para ofertar arte digital, vídeos, programas de videojuegos, elementos dentro los videojuegos, diseños de moda y hasta gifs y memes.
Pero ¿por qué se llaman “no fungibles”? Sencillamente porque no son intercambiables entre sí. Es decir, un NFT no tiene un valor equivalente a otro. Cada uno es en realidad un complejo conjunto de bloques de código que lo hacen único, irrepetible e infalsificable, pero no intercambiable. Son al mismo tiempo certificados de autenticidad, de propiedad y activos, pero no medios de intercambio. La compra y la venta se realiza a través de criptomonedas, en particular Ethereum y Bitcoin.
Si todo esto te parece descabellado, reconsidera. Por ejemplo, en marzo pasado, el artista Beeple subastó su obra digital llamada “5 mil días” en 69.3 millones de dólares, y lo hizo a través de un NFT.
Pero los maestros del arte no son los únicos que usan NFTs. Basta decir que la marca Charmin recientemente generó un NFT para vender el diseño digital de un rollo de papel higiénico decorado, que recaudó 2 mil dólares. Y ni siquiera sirve para lo que un Charmin sirve.
Es fecha en que nadie me ha podido decir si la gordita de Botero es original. Mi querido amigo debe considerarme un inútil y yo desesperado sigo tratando de ayudarle. Y vuelvo a pensar: “si tan sólo la gordita fuera un NFT.”
Por instrumentos como éste, vivir en la era digital es un reto a la imaginación. El mundo líquido que Castells previó ya no es ni siquiera líquido sino casi irreal. Por eso, para operar exitosamente en la actualidad, debemos forzar la mente a entender lo aparentemente incomprensible. Actualizarse a diario es hoy un requisito básico para sobrevivir en la empresa y en la vida. Este el consejo NFTal de tu Sala de Consejo semanal.
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