Arnulfo Valdivia Machuca
@arnulfovaldivia
Ella es la ignota culpable de semejante belleza; de ese destello intenso en la oscuridad que hace al alma suspirar y latir al corazón. Luciferina se llama y al combinarse con el oxígeno del aire produce luciferasa, enzima mágica que hace a las luciérnagas brillar en las noches templadas del mundo tropical. También la luciferasa hace brillar al plancton luminiscente de esas playas encendidas en azul que evocan mil cielos estrellados. Lo que quizá no sabes es que tú, cual si fueras una plateada luna veneciana, brillas también.
Estudios recientes han determinado que los seres humanos producimos luciferina y que brillamos en virtud de la luciferasa que se genera con el aire. Hay un problema: nuestro espectro visual. La luz que emite la luciferasa humana tiene una longitud de onda distinta a la animal y es imperceptible para el ojo humano. Por eso ignoramos que brillamos.
Así es la innovación en las organizaciones. Las pequeñas producen luciferina animal; las grandes empiezan a producir luciferina humana y, entre más complejas se vuelven, menos parecen brillar.
Hoy ningún organismo simple es rival pequeño para los organismos complejos del mundo empresarial. En 2002, una acción de Televisa costaba 144 pesos, la de Netflix también. Hoy una acción de Netflix cuesta 11,800 pesos, la de Televisa 50. En marzo de 2011, una acción de Tesla costaba 70 pesos y una de General Motors 448. Hoy la de GM cuesta 976 y la de Tesla 14,700 ¿Dónde está la diferencia? En los sistemas.
Mientras que las pequeñas empresas están encabezadas fundamentalmente por emprendedores, abiertos al riesgo, con sistemas ligeros de decisión, orientados a la innovación y al cambio, las grandes empresas están controladas por ejecutivos obligados a entregar utilidades de corto plazo y, por lo tanto, adversos al riesgo, con sistemas tardados de decisión y renuentes al cambio, incluida la innovación.
Pero en este razonamiento hay un problema perverso. Es decir, uno que sólo tiene malas soluciones. Un pequeño emprendimiento ágil e innovador que no introduce sistemas y ejecutivos, no crece. Una gran empresa que no innova y arriesga, deja de ser competitiva. La solución menos mala por supuesto no se puede agotar en una columna periodística. Lo que sí alcanzo a decir es que, desafortunadamente, entre más complejo el organismo, parece desarrollar un campo visual más limitado, que le impide ver su propia luz y, con ello, desaprovecha su grandeza interna. Es importante crecer como empresa, pero asegúrate de seguir produciendo luciferina animal. Ahí inicia la solución al problema perverso. Obsérvate brillar y si lo dejas de hacer, quizá estás produciendo demasiada luciferina humana. Equilibra y sigue adelante. Recuerda que, aunque no siempre veas tu luz, indudablemente sigues brillando. Es el consejo organizacional de tu Sala de Consejo semanal.
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