@MCandianiGalaz
El acto es mecánico para muchos. Una tentación abrumadora para otros. Una forma de subsanar la incómoda sensación de haberse perdido de algo.
Miles amanecen y lo primero que hacen es revisar su WhatsApp o, para efectos equivalentes, su correo electrónico. Responden de inmediato lo que juzgan pertinente o se quedan pensando en los asuntos que la casuística de los envíos ha puesto frente a sí. Su atención más fresca la ponen al servicio de las prioridades de alguien más.
En su definición más simple, atención es la aplicación voluntaria y sostenida de la actividad mental y de todos tus sentidos en un determinado asunto. Es un proceso conductual, temporal e intencionado que --en el mejor de los casos-- busca un determinado resultado.
¿Por qué no deberíamos revisar nuestro sistema de mensajería como primera actividad de cada mañana? Aquí 3 razones para la reflexión directiva:
1) Revisar mensajes por impulso es intrínsecamente reactivo.- Salvo asuntos que requieran atención proactiva en función de prioridades circunstanciales, gravitar alrededor de los mensajes o solicitudes de terceros es empoderar la agenda de los emisores, no la propia.
Es tan fácil acabar siendo succionado al “tener” que consumir o responder textos de toda índole en distintos sistemas de comunicación digital, que resulta central acostumbrarse a filtrar lo valioso e importante por encima de lo inercial.
2) Priorizar implica desarrollar atención selectiva.- Y es que cuando todo es prioridad, nada es prioridad.
La dinámica de atención de asuntos, la revisión concentrada de reportes, documentos o proyectos obliga a enfocar el 100% de la concentración en eso que resulta relevante en tu contexto específico del día o la semana. Posponer lo que más agrega valor por actividades tan misceláneas como desordenadas, es una de las mejores formas de procrastinar el alto desempeño.
3) Hay que evitar los distractores intermitentes.- No importa si son tecnológicos o analógicos, muchos de los sistemas de comunicación que nos rodean (de reporte, noticiosos o de esparcimiento) están diseñados para captar o disponer de nuestra atención sin consulta previa.
Resulta tan indispensable construir momentos de reflexión, de pensamiento y de silencio constructivo, como aprender a aislarse de los entornos multi-pantallas o llenos de avisos no solicitados de temas intrascendentes.
El WhatsApp y el correo electrónico son dos mecanismos de comunicación que, bien utilizados, resultan fundamentales para el buen actuar profesional. Pero hay que parametrizarlos o ajustarlos para que respondan a nuestra estructura de intereses, a nuestros ciclos de concentración y energía (diurnos o nocturnos) y, por supuesto, a nuestra disposición óptima de tiempo para accionar a lo que requiere ser meditado, creado, analizado o respondido.
Es una magnífica práctica apagar los avisos de todos los sistemas y aplicaciones de tu teléfono inteligente, tableta y computadora personal. Dejar de recibir ‘globitos’ o soniditos cada vez que un humano o un algoritmo decide enviarte un mensaje o correo, ayuda a que tu mente se mantenga en un mismo punto focal mientras tú así elijas hacerlo.
Lejos de estar revisando inercialmente mensajes, hay que aprender a asignar las unidades de energía más frescas de tu día a los temas más productivos en tu esquema de responsabilidades o prioridades. Y es que, en la vida como en los negocios, los resultados se producen donde pones tu real y sostenida atención.
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