@arnulfovaldivia
Una lluvia de panfletos cayó del cielo. Corría octubre de 1945. “La guerra ha terminado, bajen de las colinas” decían en japonés las hojas que flotaban por miles sobre la húmeda selva de la isla de Lubang, Filipinas.
Pero Hiro Onoda se negó a creerlo. “Es un engaño”, le dijo a sus tres compañeros. Siendo el militar de más alto rango, Onoda ordenó continuar peleando. Huyeron a las montañas y a pesar de sucesivos panfletos, cartas de familiares y campañas de búsqueda, Onoda continuó su lucha. Uno de sus soldados huyó y se entregó. Los otros dos murieron alcanzados por balas de grupos de búsqueda, pero Onoda no se rindió. Su lealtad al Emperador era inquebrantable, a pesar de vivir en condiciones infrahumanas, acosado y atacado. Esta es la fuerza de la identidad.
Pero ¿qué es la identidad? Es el carácter distintivo que un individuo establece psicológicamente consigo mismo, para diferenciarse de los demás. Es lo que cada uno creemos ser y, por lo tanto, quien decidimos ser. Por eso no es extraño que defendamos a ese personaje con feroz convicción. Con frecuencia, defender esa identidad incluso opera en nuestra contra: tomamos malas decisiones, repetimos patrones, somos incongruentes. La realidad es que, en el fondo, sólo estamos protegiendo una identidad.
Históricamente, las identidades habían estado controladas por convenciones sociales y religiosas. La orientación sexual o los roles de género, eran todas expresiones de identidad que seguían líneas dictadas desde fuera. Hoy vivimos sin embargo una inédita realidad. La expresión de la identidad se ha vuelto individual y es en afirmación de ello que muchas personas se autodefinen como binarios (debería decir “binaries”); hay quienes afirman ser perros y se visten como dálmatas, o quien defiende su derecho a ser considerado pansexual o demisexual.
En el campo organizacional esto no es menor, considerando que estas personas pueden defender legalmente que les sea reconocida su identidad individual y las organizaciones estarán obligadas a respetarla. La tendencia a que surjan nuevas e insospechadas identidades no va a disminuir, sino que aumentará y para ello debemos estar preparados.
En 1973, Norio Suzuki, un joven también japonés, emprendió un viaje por el mundo con tres objetivos: encontrar al Teniente Onoda, ver un oso panda y localizar al Abominable Hombre de las Nieves. En 1974 Suzuki encontró a Onoda y lo convenció de rendirse, 29 años después de concluida la guerra. Onoda volvió a Japón con honores. Cuando alguien le preguntó a Suzuki si había logrado sus otros dos objetivos, convencido contestó que sí: “Soy descubridor”, dijo. “Vi un panda en Filipinas y al Yeti en el Himalaya.” Ni lo uno ni lo otro fue verdad, pero él eligió mentir antes que traicionar su identidad. Ni en la empresa ni en la vida menosprecies el poder de la identidad. Es el consejo de Guerra Mundial de tu Sala de Consejo Semanal.
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