Dr. Carlos Alberto Martínez
En cierta medida, la pandemia del COVID ha desdibujado los esfuerzo que se hacen para construir lo que será el futuro inmediato de la regulación y supervisión financieras. Como toda reacción a una crisis de proporciones mayúsculas, como fue la del año 2008, el péndulo se movió hacia el otro extremo. En efecto, hasta antes del episodio subprime, el sistema financiero internacional se encontraba poco regulado en un entorno de alto riesgo por tasas de interés entices, demasiado bajas. La tormenta perfecta se configuró para luego de trillones de dólares, avanzar hacia un apretón regulatorio que hoy conocemos como Basilea III. El objetivo ha consistido en diseñar un sistema financiero internacional capaz de transitar por la nueva arquitectura económica global. Con la imperiosa necesidad de créditos, fuentes alternativas de fondeo y otras herramientas financieras, los usuarios aún escépticos, requieren señales de certidumbre en un contexto de incertidumbre. En esta lógica tendrá que ir avanzando el marco regulatorio con la consecuente exigencia de fortalecer la supervisión de cara a la era postcovid. Esta etapa tendrá fuertes presiones macroeconómicas producto del retiro de las excesivas medidas expansionistas que caracterizaron a los últimos lustros junto con el colchón anticíclico de capital y el ajuste del ciclo económico global.
Lo anterior advierte la necesidad de entender los nuevos riesgos, así como crear una solida coordinación macroprudencial que anticipe los problemas previsibles como pudieran ser la vulnerabilidad de la matriz de riesgos y eventuales quiebras de bancos globales con impacto directo en los ecosistemas de supervisión locales. Es ingenuo pensar que los elementos negativos que dieron lugar en 2008 al double bubble trouble han desaparecido, por el contrario, se mantienen latentes a lo que se suman los desafíos que conlleva la creciente adopción de tecnofinanzas notablemente las fintech, y la tendencia al canibalismo de éstas por parte de la banca tradicional, así como el perfeccionamiento de la ciberseguridad. El nuevo concepto de estabilidad financiera, además, anticipa la sostenibilidad del medio ambiente lo que requiere que tanto reguladores como supervisores, adecuen sus modelos regulatorios para anticipar el impacto del cambio climático en las economías. En el futuro, la regulación financiera será eficaz al lograr calibrar los riesgos del pasado, los severos ajustes monetarios y de ciclo económico actuales, con los nuevos retos que imponen las tecnologías y el cuidado del medio ambiente; la tarea frente a nosotros tanto en el entorno global como en lo local.
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