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miércoles, 9 de febrero de 2022

Concatenaciones / Ayotzinapa: historia sin solución

Fernando Irala


Hace décadas que el Estado mexicano tiene en las normales una trampa a la que no le ha podido encontrar solución.

O tal vez sí, pero casi nunca la aplica: cerrarlas.

Eso hizo en El Mexe, en Hidalgo, y terminó con el foco de conflicto.

Ése fue en algún momento el plan en Ayotzinapa, en Guerrero, y en Tirepitío, en Michoacán. Mientras no se proceda la problemática que ahí se genera continuará sin control y con sucesivas crisis.

La más reciente acaba de producirse en la caseta de Palo Blanco, camino a Acapulco, donde los ayotzinapos intentaron apropiarse del cobro de peaje, como hacen cotidianamente.

Probablemente la cercanía del “puente” que estaba por iniciarse llevó esta vez a la autoridad a impedirles el atraco, y los resultados están a la vista: heridos de gravedad de ambos lados y un misterioso tráiler sin conductor y sin frenos, impactado por la inercia, por fortuna sin causar daños en personas, pero que pudo haber matado a quien se encontrara en su camino.

La respuesta de la alcaldesa de Acapulco es una verdadera joya del Derecho: no se puede culpar a nadie de ningún delito porque no había chofer en la unidad. Ahora se explica por qué en el puerto la criminalidad está desbocada. Normalmente los cadáveres están abandonados, y sí hay armas no está presente quién las disparó.

Pero no es la primera vez que los normalistas en nombre de su movimiento social, cometen actos criminales impunes. En diciembre de 2012 Gonzalo Rivas murió cuando en el incendio de la gasolinera a su encargo, en Chilpancingo, causado en medio de una refriega similar a la de ahora, intentó cerrar las válvulas de la estación para que no explotara.

Su acción heroica fue incluso oficialmente reconocida y premiada post mortem, pero su asesinato quedó sin castigo alguno.

Así seguiremos con los normalistas. Hurtan camiones de carga con víveres y cualquier tipo de mercancías, secuestran autobuses con todo y sus choferes, toman casetas, causan destrozos y roban peajes.

Lo peor de todo es pregustarse: si esos sujetos llegan algún día a dar clases, ¿qué les enseñarán a sus alumnos?

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