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martes, 22 de marzo de 2022

Concatenaciones / Aeropuertos

Fernando Irala

Cuando en 1995 el último regente de la ciudad de México visitó Japón para conocer sus sistemas urbanos, regresó impactado por la organización de Tokio, que tenía un Plan Maestro de desarrollo para las siguientes tres décadas, elaborado con base en estudios, prioridades y proyecciones.

Por supuesto cada que cambiaba el gobierno, el plan se ajustaba de acuerdo con nuevas necesidades detectadas y la disponibilidad de presupuesto, pero había una política de Estado que no estaba sujeta a ocurrencias de cada momento.

En México, hace cuatro años el gobierno federal estaba empeñado en construir un majestuoso aeropuerto que por su capacidad resolvería la saturación que desde hace por lo menos dos décadas padece la terminal actual.

De manera intempestiva, el proyecto cuyo diseño obtuvo premios internacionales, se abandonó, y este lunes se inaugura un aeropuertito que ni de lejos resolverá la problemática de la aviación en la capital del país.

Sus críticos la han llamado la terminal avionera e incluso han exhibido su fealdad.

La estética siempre será debatible y no es el tema central. Lo que sí es fundamental en la comparación, es que mientras en el actual aeropuerto se llegan a realizar más de mil operaciones diarias de aterrizaje y despegue, Santa Lucía abrirá con ocho vuelos diarios.

Se ha repetido hasta la saciedad que en la actual obra habrá ahorros, pero no hay forma de equiparar entre una obra que habría sustituido con ventaja amplia a la existente, y una que de entrada aporta el uno por ciento de la operación.

A todo lo anterior se suma la degradación de la calificación internacional del sistema aeroportuario nacional, las dudas sobre la navegabilidad y operación simultánea de ambos aeropuertos, y los riesgos que ello implica para aeronaves, pasajeros y tripulaciones.

Nada ha importado. En materia de aeropuertos, como en toda la problemática económica, social y de seguridad, en México no se actúa siguiendo estudios ni recomendaciones de expertos.

Sólo valen los deseos, caprichos y necedades de un solo hombre.

Así estamos.


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