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viernes, 4 de marzo de 2022

El bueno, el competente y el malo

 

Arnulfo Valdivia Machuca


El bueno es muy bueno. Siempre ha sido bueno y quiere pasar a la historia como el más bueno. Es tan bueno que dedica su vida a quedar bien con todos y eso le genera muchos problemas, porque a diario su bondad es incomprendida: es reprobado porque logra poco, pero él duerme tranquilo sobre el lecho de su impoluta bonhomía.

El competente es muy competente. Cumple con cada requisito establecido y a pie juntillas sigue los manuales. Públicamente demuestra que es competente, acreditando que ha completado todos los pasos de todos los procesos de todos los temas que se le presentaron durante el día. Sus resultados son irrelevantes y casi siempre inútiles, pero él se va a la cama sabiendo que fue competente.

El malo es muy malo. Es tan malo que logra todo lo que quiere, sin importar a quien tenga que aplastar en el camino. A él no le importa lo que opinan los demás y eso le genera muchos problemas, pero al menos él comprende plenamente su maldad: sabe hacia dónde va, mide las consecuencias y quizá no logra todo lo que busca, pero ciertamente alcanza mucho más de lo que espera. Por las noches sonríe y sabe que su maldad es la clave de su éxito.

Un día, el malo decide que quiere hacer la guerra contra un cuarto personaje: el débil. El bueno entra en crisis porque es tan bueno que no sabe qué hacer. Hace como que hace, pero hace poco porque con todos debe quedar bien. El bueno resulta insuficiente. El competente es tan competente que de inmediato recurre a sus manuales; llama a asambleas, reúne comités, redacta convenciones y repite principios, pero nada pasa. El competente resulta ineficiente. El malo hace su guerra, destroza todo a su paso, busca manipular y aterrorizar. Busca y obtiene. El malo resulta eficaz. El débil, por su lado, despierta lástima, solidaridad y cariño, pero es débil y débil se queda, porque el bueno está ocupado demostrando que es bueno y el competente sólo sabe ser competente.

En ningún conflicto armado de la historia el bueno ha vencido al malo siendo bueno. El bueno sólo ha vencido cuando actúa peor que el malo. El débil no cuenta y menos el competente, que no es sino un empleado del bueno y del malo. Por lo tanto, sólo hay dos opciones: ser peor que el malo o dejar al débil a su suerte, para que salve su pellejo volviéndose más débil a los ojos del malo. El mundo de hoy optó por la segunda, porque está gobernado por buenos y por competentes, que no quieren o no pueden ser malos. No podrían dormir en la noche.

El débil cederá lo que tenga que ceder; los buenos negarán cualquier derrota y, haciendo poco, dirán que ganó el bien; los competentes redactarán documentos para asegurarse que la renovada debilidad del débil se formalice; y, al menos por ahora, el malo logrará gran parte de lo que deseaba. Es el cuento euroriental de tu Sala de Consejo semanal.



@arnulfovaldivia

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