Estamos viviendo el verano; la parte más cálida y cruel de este año que, hace un año, personalmente denominé el Año 2122, de acuerdo con la extraña cuenta de tiempo que nos impuso la pandemia.
2021 y 2022, dije, no serían dos años separados. Por el contrario, afirmé que viviríamos un largo año fusionado que, como todo año, efectivamente tendría sus estaciones, pero no serían aquellas a las que estamos acostumbrados. Al surgimiento de la vacuna, viviríamos la primavera; un renacimiento gozoso, un optimismo desbordado por la reapertura y el reinicio de actividad. Pero después vendría el verano: uno largo, tortuoso, caliente, confuso y cruel. Lo estamos viviendo. La primavera es un hermoso renacer. El verano, por el contrario, aporrea con su sol picante y, si bien es cierto que mucho de él se disfruta, no es más ese momento de esperanza primaveral, sino uno de ardiente crudeza.
En el verano de este año 2122, nos ha golpeado la realidad, como golpea siempre en el verano la cercanía del sol. Hoy vemos con claridad cómo las economías se quebraron y con ellas millones de individuos; los sueldos descontados, los horarios parciales, los empleos temporales o el desempleo franco, ya se convirtieron en regla más que en excepción. Los sectores ganadores durante la pandemia siguen boyantes, pero quienes no pertenecen a ellos batallan todos los días para encontrar contratos, clientes y sustento. Los países han sentido también ese apretón y, como los individuos, están buscando sobrevivir. Una salida obvia para la depresión financiera es la guerra y ahí está la guerra bombardeando con ferocidad nuestra corta primavera. Un verano inerte y sin viento, que mantiene también inertes a las hojas de los árboles de la recuperación. Poco se mueve y lo que se mueve corre el riesgo de quemarse o deshidratarse; la angustiante tensión de la calma; una calma desesperante y lacerante, para quienes necesitan que algo se mueva.
No soy profeta, sólo junto información y la cruzo con el pasado. El calor del verano empezará a bajar y poco a poco el hastío del estío cederá y cederá con él la barbarie. Se encontrarán nuevos equilibrios, habrá muchos perdedores y algunos ganadores; se reconcentrará la riqueza y habrá más pobres y menos ricos. Pero, a pesar de ello, volveremos a disfrutar de esa tenue y cálida luz que nos regala la moderación. Caerán las hojas de esos árboles cansados de tragedias y se pintará de ocres el camino. Habrá llegado el otoño del 2122. Será un fin pero también un preludio, ahora sí, de una nueva realidad que se ha construido a punta de temor, terror, pérdidas, dudas y lágrimas, desde ese fatídico noviembre de 2019 en Wuhan. Preparémonos sabiendo que esto también pasará y que, como las estaciones, también volverá, porque la vida es cíclica y en ciclos se vive. Es el consejo filosofal de tu Sala de Consejo semanal.
@arnulfovaldivia
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