Doctor Carlos Alberto Martínez
En el mes de
mayo habrá elecciones presidenciales en Colombia, el candidato puntero, el socialista,
Gustavo Petro, ha ofrecido no hacer expropiaciones en caso de ganar los
comicios. En México el presidente Andrés Manuel López Obrador de extracción
social, con amplia mayoría en su momento, ofreció, lo mismo. Por el contrario,
en Francia los candidatos y el presidente, Emmanuel Macron al igual que el
resto de los candidatos hablaron de todo en campaña, pero no tuvieron necesidad
de mencionar expropiaciones pese a la vocación social histórica del país. La
diferencia estriba en dos aspectos esenciales. Por un lado, el fundamento de
tener una economía de mercado con un estado fuerte que distribuye de una de la
manera eficiente la riqueza. Por el otro, quizás el más importante, en línea
con el resto de las economías de Europa que durante 200 años ha cimentado su
desarrollo en la investigación científica, los inventos y creaciones, así como la
capacidad industrial y la implementación de un sólido estado de derecho. Por
nuestra parte, en América Latina, hemos tenido la maldición de poseer bastos
recursos naturales, sí bien necesarios para el desarrollo, ínfimos en el valor
agregado de las cosas, ello nos ha condenado al subdesarrollo por décadas.
En efecto,
mientras nuestras economías se concentraban en enviar acero, carbón, petróleo,
aluminio o cobre a Europa ellos inventaban los elevadores, las maquinas de
coser, la maquina de vapor, los trenes y los automóviles. El acero en un tren
es importantísimo, pero lo es más el tren mismo, circulando por vías también de
acero, pero lo es todavía más conectando personas y bienes a través de grandes
distancias en menos tiempo. El petróleo también lo es, aunque nunca como la
gasolina y mucho menos como el valor de un automóvil, barco o avión. En las
economías de Latinoamérica nos concentramos en la explotación de materias
primas mientras en Europa lo hicieron en darle valor y utilidad a las cosas.
Este hecho provocó una impresionante expansión económica en aquel continente al
mismo tiempo que condenó a esta región del planeta al subdesarrollo y la
interminable corrupción sustentada en una nociva relación entre el poder
político y económico. Estos poderes se juntan, los primeros para giran permisos
y concesiones a cambio de favores monetarios y, los otros, sin hacer empresa,
se dedican a poseer y conservar a toda costa las concesiones para extraer
materias primas por las que reciben enormes cantidades de dinero, pero nunca en
la proporción que las que reciben los verdaderos empresarios que efectivamente,
emprenden, innovan y crean, todos, ciertamente europeos. En pleno Siglo XXI
ante una de las crisis más severa que ha enfrentado la humanidad en los ámbitos
social y económico, en Europa se habla de automóviles eléctricos, protección al
medio ambiente y cura permanente para el COVID y VIH; en América Latina en
contrate, se habla de nacionalizaciones y expropiaciones de recursos naturales
cada vez más irrelevantes.
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