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lunes, 7 de agosto de 2023

Universidad a la deriva

 


Germán de los Santos 

 

Varias señales indican que la campaña para poner de rodillas al rector de la UNAM tuvo éxito. A partir de que desde Palacio Nacional se arremetió contra su gestión, nombre y prestigio, Enrique Graue parece haber perdido el control de su proceso sucesorio, pues dejó que éste se enredara de una forma que parecía inimaginable y que hoy pone en riesgo a toda la institución, justo cuando sus estudiantes regresan a las aulas. 

 

Nadie atina a explicarse cómo es que con la mira del gobierno federal sobre su espalda, Graue permitió que varios de sus principales colaboradores se apuntaran al proceso de selección como aspirantes a sucederlo en la Rectoría. Cuando deberían estar cuidando que las cosas marcharan adecuadamente en el tramo final de la administración de la que forman parte, seis colaboradores del rector, cinco sin grandes méritos pero muchas responsabilidades, han decidido participar en el juego sucesorio de la UNAM.  

 

Cuando el nuevo semestre esta iniciando en la institución, la pregunta ineludible es: ¿Quiénes se encargarán de que la UNAM funcione en condiciones de normalidad en estos meses, los últimos de Graue, si prácticamente todos los responsables de las principales áreas están ocupados promoviendo su candidatura ante la Junta de Gobierno? 

 

Leonardo Lomelí Vanegas, el secretario general de la UNAM, es un candidato natural a suceder a Graue y lo ha sido prácticamente desde que inició la gestión del actual rector. Tiene méritos y capacidades, conoce la UNAM, se formó en ella como profesionista y también como académico, además de que ha pasado ya por otras responsabilidades de primer orden, como la dirección de la Facultad de Economía. En contraste, ni Guadalupe Valencia, la coordinadora de Humanidades, ni Patricia Dávila, la secretaria de Desarrollo Institucional, ni William Lee, el coordinador de Investigación Científica, ni tampoco Luis Álvarez Icaza, el secretario de Administración, y mucho menos el especialista en huelgas y movimientos que interrumpen la vida universitaria, Imanol Ordorika, hoy habilitado como director general de Evaluación Institucional, tienen el tamaño requerido, ni tampoco el pulso de lo que ocurre en los sectores más complejos de la UNAM. Eso sí, todos ellos son empleados de Enrique Graue, todos son miembros de la llamada Casta Dorada y ahora todos están apuntados en el juego sucesorio universitario. ¿Pruebas de su activismo? Todos ellos fueron incluidos en un suplemento de suspirantes, pagado al diario El Universal, cuyo rastro lleva a las propias dependencias de la Rectoría universitaria. 

 

Es cierto que la composición de la UNAM es un reflejo de México, pero su comunidad es mucho menos tolerante y permisiva que la abúlica sociedad nacional. En la UNAM se necesita muy poco para que un movimiento de protesta inicie y, una vez arrancado, es altamente factible hacerlo crecer y avanzar en sus campus. Por eso parece más increíble aún, que Graue haya permitido a sus colaboradores lanzarse en busca de la Rectoría sin renunciar a sus cargos, cuando todos tienen responsabilidades muy importantes que atender para garantizar la correcta marcha de la principal institución educativa del país, y el adecuado cierre de la administración del actual rector.  

 

Si Graue piensa que asegurará la continuidad de su proyecto con uno de sus colaboradores esta equivocado. En realidad, solo pondrá en riesgo su cuestionable legado, pues justo en el momento más delicado de su gestión, cuando tiene que entregar la Rectoría y está siendo acosado por el gobierno lopezobradorista, conceder a sus generales permiso para hacer campaña, como ya se ha visto con sus entrevistas en medios, va en detrimento de la estabilidad universitaria por la falta de cuidado y atención a los asuntos propios de sus diversas responsabilidades 

 

El rector juega con fuego al dejar libres a sus colaboradores para jugar el juego del futurismo político desde su cargo. Lo que no está claro es si su decisión busca aumentar las posibilidades de heredar la posición a uno de los suyos, o es el resultado de un descuido enorme, consecuencia del acoso y los ataques gubernamentales a los que ha estado sometido. 

 

Como sea, las y los colaboradores del rector en campaña para sucederlo, dejan al descubierto un descuido grave del Rector, pues desatender la estabilidad universitaria en pleno proceso sucesorio, es desatender su propio relevo. A su vez, eso cuestiona la capacidad de autogobierno y pone en duda, en un momento sumamente inoportuno,  la pertinencia de la principal característica de la UNAM: su autonomía.  

 

Naturalmente, en Morena y en Palacio Nacional, deben estar muy satisfechos con el escenario que la permisividad de Graue esta configurando en la UNAM. 

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