La salud de un Rector
Enrique Graue Wiechers está enfermo y su salud ha sido motivo de que, al menos en un par de ocasiones, haga una pausa en sus responsabilidades como rector para someterse a tratamientos que han incluido hospitalización y lo han dejado fuera de circulación semanas completas. Uno de esos episodios coincidió con alguno de los puntos más álgidos del enfrentamiento entre la ministra Yasmín Esquivel y la UNAM por el tema de la autoría de la tesis que le costó a la togada, nada menos que la Presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Ese contexto y antecedente hacen oportuno reflexionar, en el proceso de selección del futuro rector de la UNAM que se vive, sobre el estado físico y abiertamente, la salud de los aspirantes a suceder al médico que en breve concluye su mandato.
Ocupar la Rectoría implica una tarea no sólo de gran responsabilidad, también altamente demandante y, por lo mismo, de un profundo desgaste tanto mental como físico.
Atender la buena marcha de las muchas tareas de la UNAM, con todo el entramado de intereses, legítimos muchos de ellos pero también algunos no tanto, requiere de gran capacidad por supuesto y de profunda preparación, pero también de un carácter y un temple muy especiales, voluntad inquebrantable y, de la mano de todo ello, de una buena salud, si es posible óptima, para que lejos de ser un hándicap, se convierta en un soporte adicional al costo que implicarán las muchas tareas a enfrentar por el próximo rector, o rectora.
Ahora que se habla incesantemente de la salud del presidente como un tema de seguridad nacional, sería importante reflexionar si, con la madurez que debe caracterizar al debate entre universitarios, una vez que se ha conocido el caso de un rector con problemas de salud, Enrique Graue, es prudente hablar también, de forma pública y para que la Junta de Gobierno lo considere., de la salud de las y los candidatos a ocupar la oficina de Rectoría en la UNAM, como un tema de seguridad y estabilidad de la vida institucional universitaria.
Resultado de su alto nivel de preparación, muy por encima de la media nacional, La comunidad universitaria de la UNAM es especialmente delicada y quisquillosa. Además, se trata de la madre de todas las universidades, pues lo que se hace en la UNAM, se replica en el resto de las instituciones de educación superior del país, púbicas y también privadas. En aras de dotar al proceso de selección del próximo rector de la máxima publicidad posible, para que la decisión de la Junta de Gobierno este recubierta de la mayor legitimidad que se le pueda atribuir, todas y todos los aspirantes a la Rectoría deberían hacer público su expediente médico para que todas y todos conozcan cuál es su estado de salud.
Si acceden a ello, Laura Acosta, Patricia Dávila, Guadalupe Valencia, Germán Fajardo, Raúl Contreras, William Lee, Luis Alvarez Icaza, Leonardo Lomelí, Sergio Alcocewr y hasta el rollizo Imanol Ordorika, habrán dado un paso al frente, puesto el ejemplo a la clase política, y fortalecido el proceso de selección del próximo o próxima inquilino de la principal oficina del sexto piso en la Torre de Insurgentes Sur. Ya veremos.
Daniela Castañeda Chico.
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