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domingo, 8 de octubre de 2023

UNAM: Chinches imaginarias, problemas reales

Foto: EXCELSIOR

 

Germán de la Morena 

 

 

Todavía nadie lo ha notado, pero la crisis de las chinches de la UNAM se desató únicamente en las facultades y escuelas. No hay un solo reporte de chinches o alguna otra plaga en los institutos y centros de investigación, en las oficinas de la Coordinación de Humanidades, ni tampoco en las dependencias donde despacha el staff del rector. Por supuesto, tampoco en las oficinas de la Torre de Rectoría, donde atiende, cuando no está de viaje, Enrique Graue. 

 

Para quienes de verdad conocen la UNAM es fácil entender por qué las chinches, si es que de verdad las hay, están en las facultades y en los bachilleratos, pero no en las suntuosas oficinas y los cubículos de los investigadores. 

 

En las facultades, escuelas y bachilleratos abundan dos cosas: alumnos e insuficiencias. Ahí se concentra la enorme mayoría de los estudiantes de la UNAM. Según los datos del Portal de Estadística Universitaria, la UNAM tiene 233 mil estudiantes de licenciatura y 106 mil de bachillerato, además de 32 mil de posgrado. De ese total, al menos 300 mil se ubican en las Facultades de Ciudad Universitaria, en las de Estudios Superiores ubicadas en la zona conurbada de la Ciudad de México, en las nueve preparatorias y los cinco CCH. 

 

Las chinches, igual que muchos otros problemas, se concentran en las facultades y escuelas porque ahí es donde está el grueso de estudiantes, maestros y trabajadores, pero sobre todo porque ahí es donde se concentran las mayores carencias presupuestales de la UNAM. Cualquier recorrido por una facultad, escuela o un bachillerato puede evidenciar el contraste entre el estado de sus instalaciones, sus baños, bibliotecas y oficinas, con las condiciones de los institutos y centros de investigación, donde no hay alumnos, sólo investigadores con salarios muy, pero muy superiores a los del grueso de los profesores de asignatura que imparten cátedra en las facultades y escuelas de la UNAM. 

 

La crisis de las chinches, inexistente como plaga según se ha dicho, pero convertida en un fenómeno de psicosis generalizado en las facultades y escuelas que provocó suspensiones de actividades académicas sin una justificación científica, evidenció otra deficiencia de la UNAM: Con todos sus investigadores y todo lo que gasta en sus institutos, la Universidad de la Nación, como la llama el rector Enrique Graue, fue incapaz de construir un discurso creíble, para desarticular las versiones falsas que corrieron en redes sociales y medios de comunicación sobre la plaga. Al final, la Rectoría de Enrique Graue acabó haciendo lo mismo que hizo ante la Pandemia de Covid-19: prácticamente nada, pues otra vez abandonó a los directores de escuelas y facultades para que se las arreglaran solos, como pudieran, y siquiera entregarles presupuesto adicional para fumigar sus instalaciones 

 

La crisis de las chinches en la UNAM mostró que no es lo mismo trabajar en el staff del Rector, en las lujosas oficinas de la Torre de Rectoría o en alguna de las coordinaciones, donde la UNAM parece una universidad de primer mundo, que dirigir una Facultad o un Bachillerato, donde se tiene que lidiar con los alumnos y sus problemas, temores y deficiencias, atender a cientos de profesores y estirar el limitado presupuesto para hacer funcionar una unidad que recibe diariamente a miles de estudiantes. 

 

En eso, en las dos caras de la UNAM, deberían poner atención los integrantes de la Junta de Gobierno de la UNAM, ahora que están buscando rector, pues prácticamente todo el equipo de colaboradores del staff de Enrique Graue se inscribió al proceso, cuando están completamente alejados de los estudiantes universitarios de cualquier nivel, y desconocen tanto sus problemas reales como sus necesidades. Al tiempo. 

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