Fernando Irala
Se cumplieron treinta años del asesinato de Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas, en Tijuana, luego de concluir uno de los mítines de su campaña a la Presidencia de la República.
Los procesos históricos de cualquier país son extremadamente complejos, tanto que es muy difícil atribuir a una sola causa o acontecimiento un papel crucial. No obstante, hay también sucesos tan relevantes que se convierten en una referencia obligada, en un símbolo de la época.
Así fue con el magnicidio del candidato presidencial. Nadie creyó la hipótesis del asesino solitario, pero después de tres décadas tampoco hay pistas concluyentes sobre quién o quiénes lo mandaros matar. Sin embargo, se puede decir que su muerte significó un punto de quiebre de una nación que aspiraba a otro futuro, y que a partir de entonces de manera recurrente se debate entre la urgencia de cambios y los vaivenes de los desastres políticos.
La muerte de Colosio aseguró en corto la continuación del modelo salinista que intentaba al mismo tiempo modernizar al país y fortalecer el viejo régimen. Pero sólo fue un efecto efímero. Unos años después el PRI perdió el poder y durante lo que va del siglo actual los mexicanos buscamos un nuevo rumbo que no acabamos de encontrar.
Lo peor ha ocurrido en los últimos años, en que ante los titubeos y errores de gobierno nuestros problemas han hecho crisis y estamos ante francos retrocesos.
En materia de seguridad y criminalidad, cada vez se advierte más el dominio de las bandas del crimen organizado. A la estela de muertes, sangre y desapariciones se suma la irresponsabilidad y complicidad de quienes debieran combatir a los delincuentes y prefieren andarlos abrazando.
Los indicadores de salud y educación nos muestran el deterioro y la involución que sobre todo afectan y afectarán a las nuevas generaciones.
En otros rubros la calamidad se nota, como en la violencia contra las mujeres, el abandono de una política cultural o del papel diplomático de México ante el mundo.
A treinta años de su muerte, el recuerdo de Colosio sigue vivo, así como su aspiración de construir un México más justo. Lo lamentable es que desde entonces, son más los rezagos que los avances.
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