*La figura de Sanén representa la esperanza de un cambio, de una política más arraigada en la ética del trabajo y en la búsqueda de soluciones concretas
* Esta es la visión corta de nuestras instituciones electorales, un astigmatismo democrático que distorsiona la realidad
Por Joaquín Quiroz Cervantes
En el ajedrez de la política quintanarroense, Jorge Sanén Cervantes llega como una interesante confirmación de que aún es posible conjugar experiencia, lealtad y una visión de futuro en el servicio público.
Su designación como próximo diputado local por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en Quintana Roo, no es sólo un hecho aislado de la coyuntura política, también representa un claro mensaje sobre el valor de la preparación y el compromiso genuino con un proyecto de nación y de entidad.
Jorge Sanén no es un recién llegado al ámbito político ni mucho menos un improvisado. Su liderazgo en Morena de Quintana Roo se distingue por ser auténtico y efectivo, lejos de las simulaciones y los parapetos que lamentablemente a veces se observan en la política.
La posición de este actor político contrasta marcadamente con la de otras figuras del partido, como Johana Acosta, cuya presencia ha sido más bien simbólica y carente de impacto real en la dirección y estrategia del movimiento.
Sanén es un marista de convicción, lo cual añade una dimensión de formación y valores a su perfil político. Su cercanía con la jefa política del estado no es casualidad; es el resultado de un trabajo consistente, de estar en el campo de acción y no sólo en la retórica.
Esto lo posiciona como un fuerte candidato a presidir el Poder Legislativo en la próxima legislatura, y como alguien cuya preparación y entendimiento del entramado político pueden elevar el nivel de discusión y acción en el Congreso del Estado.
La necesidad de dignificar la labor legislativa y de dotarla de seriedad e importancia nunca ha sido más apremiante. Morena, como partido en el poder, tiene el reto y la oportunidad de demostrar que es capaz de trascender las prácticas del pasado y de impulsar una agenda legislativa que refleje las aspiraciones y necesidades reales de la sociedad mexicana. En este sentido, la inclusión de perfiles como el de Jorge Sanén es un paso en la dirección correcta.
La XVII legislatura ha sido testigo de altibajos en el desempeño de Morena, con algunos miembros que han dejado mucho que desear en términos de compromiso y efectividad. La figura de Sanén, sin embargo, representa la esperanza de un cambio, de una política más arraigada en la ética del trabajo y en la búsqueda de soluciones concretas para los retos que enfrenta Quintana Roo y México en su conjunto.
Además de ser una buena noticia para Morena y sus aliados, la llegada de Jorge Sanén al Congreso del Estado es una señal alentadora para todos aquellos que creen en la posibilidad de una política más preparada, unitaria y, sobre todo, comprometida con el bienestar colectivo. Su liderazgo y trayectoria auguran un periodo legislativo de renovadas esperanzas y de trabajo serio hacia la construcción de un futuro mejor para Quintana Roo y para México.
Astigmatismo electoral en Quintana Roo
En el vaivén de la política quintanarroense, donde lo absurdo a menudo se disfraza de legalidad, nos encontramos una vez más ante el espectáculo de la miopía institucional en todo su esplendor. El Tribunal Electoral de Quintana Roo y el Instituto Electoral del estado, en un despliegue magistral de ceguera selectiva, han vuelto a demostrar que su compromiso con la inclusión y la representatividad es tan superficial como su entendimiento de la discapacidad.
Las recientes acciones afirmativas destinadas a fomentar la inclusión de personas con discapacidad, adultos mayores, miembros de la comunidad LGTB+ y jóvenes en el ámbito político parecían, en principio, un avance hacia una democracia más representativa. Sin embargo, en un giro digno de una tragicomedia, estas instituciones electorales han decidido qué condiciones visuales comunes como el astigmatismo o la miopía, corregibles con un par de lentes, bastan para calificar a alguien como “persona con discapacidad”.
Esta interpretación, tan cómoda como conveniente, no sólo insulta la inteligencia del electorado, sino que menosprecia los verdaderos desafíos y barreras que enfrentan las personas con discapacidades en Quintana Roo y en todo México. Mientras verdaderos representantes de estos grupos, perfectamente capaces y preparados para lanzarse al ruedo político y luchar por sus comunidades, son relegados, la autoridad electoral prefiere jugar a la inclusión con una baraja marcada.
¿Qué clase de democracia es esta, en la que se trivializa la discapacidad a meras dificultades para leer la letra pequeña, mientras se ignora la capacidad de liderazgo, la preparación y el compromiso de aquellos que, contra todo pronóstico, están listos para servir a sus comunidades desde las trincheras del poder legislativo? Es una farsa, un teatro del absurdo donde los actores principales son la hipocresía y el desdén por los principios más básicos de equidad y representación.
Esta es la visión corta de nuestras instituciones electorales, un astigmatismo democrático que distorsiona la realidad y aleja cada vez más la posibilidad de una política verdaderamente inclusiva y representativa. Es lamentable que quienes están encargados de arbitrar nuestras contiendas electorales prefieran ajustar su enfoque sólo para ver lo que les conviene, dejando en la oscuridad a quienes más necesitan ser vistos y escuchados.
En Quintana Roo, como en muchas partes de nuestro país, la lucha por una democracia que realmente refleje la diversidad y riqueza de nuestra sociedad sigue siendo eso, una lucha. Y mientras el Tribunal Electoral del estado y el Instituto Electoral sigan optando por la conveniencia sobre la justicia, por la apariencia sobre la sustancia, esa lucha seguirá siendo cuesta arriba
Pero no nos dejemos deslumbrar por esta miopía institucional. La verdadera visión, la que puede transformar nuestro entorno político y social, reside en el compromiso y la participación activa de todos nosotros. Que la corta vista de algunos no nos impida ver el largo camino que aún tenemos por recorrer hacia una democracia genuinamente inclusiva y representativa. En Quintana Roo, y en todo México, merecemos y exigimos nada menos.
Curva peligrosa…
En el teatro de lo absurdo que a veces se convierte la política mexicana, Roberto Palazuelos protagoniza una comedia de errores digna de mejor guion. El autodenominado "Diamante Negro", en un intento por brillar en el escenario electoral, parece haber confundido el Senado con un set de grabación de reality show, donde los actores secundarios y las tramas forzadas son el pan de cada día.
Recientemente, Palazuelos intentó dar un “machetazo a caballo de espadas” en sus redes sociales, publicando un video que bien podría competir por el Óscar a la mejor actuación en una campaña política fallida. El protagonista, un individuo que supera en credibilidad a las propias actuaciones de Palazuelos, resultó ser un artista de la simulación, un estratega del drama que se hace pasar por indigente para ganar la simpatía y el dinero de los transeúntes, presentando una historia tan convincente que incluso el “Diamante Negro” compró sin dudar.
Abrazando al candidato al Senado, según esto emocionado por verle, que hasta las lágrimas le rodaron, por conocer en persona al otrora ídolo del público por ser amigo del cantante Luis Miguel.
La ironía de todo esto es que, mientras Palazuelos sigue confundiendo la política con el entretenimiento, su principal contrincante, Mayuli Martínez Simón, avanza firme hacia el segundo lugar, beneficiándose no sólo de las fallas de su adversario sino también de un “efecto Xóchitl” que parece destinado a relegar al “Diamante Negro” a un distante tercer lugar.
La campaña de Palazuelos se convierte en una parodia involuntaria de lo que no debe ser la política: un espectáculo superficial donde la forma eclipsa por completo al fondo. Su estrategia, más cercana a un guion de televisión que a un plan de gobierno, es un recordatorio de que, en política, la credibilidad y la seriedad son valores inestimables, que no se pueden suplantar con carisma o popularidad.
Mientras tanto, el público asiste divertido a este espectáculo, esperando el próximo episodio de la serie “Palazuelos para senador: una comedia de equivocaciones”, con la esperanza de que la realidad supere, una vez más, a la ficción.
Y recuerden... esto es sólo para informad@s, si ustedes no estuvieran ahí leyendo yo no estaría aquí escribiendo, y si ser Malix el Huso Horario, el Whatsapp, el Facebook, X, la CFE, López, el Covid19, los troles y envidiosos nos lo permiten, nos leemos pronto, Dios mediante, pero que sea XLaLibre.
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