Fernando Irala
Ocurrió al iniciarse la Semana Mayor, aunque entre la dinámica vacacional de los días siguientes, y tragedias como la de Camila, la niña secuestrada y asesinada en Taxco, que desató la indignación popular y el linchamiento de los supuestos culpables, el hecho no generó tanto estrépito como debía. Pero el Tren Maya se descarriló.
“Está raro”, atinó a decir el Presidente; no obstante, las noticias previas sobre la corrupción alrededor de su construcción lo hacían previsible. Hasta quienes vendieron el balasto y contaron cómo eludieron el control de calidad se refirieron a la eventualidad. El hecho es que descarriló.
Como siempre en estos casos se prometió investigar, sin precisar si las averiguaciones se circunscribirán al momento puntual del accidente, o si abarcarán el contexto, incluidas las denuncias de los negocios chuecos en la obra, de los socios y familiares del Presidente a quienes se ha involucrado.
En un país donde se canceló un gran aeropuerto a medio hacer para vendernos uno que no utiliza ni quien lo inauguró, donde una refinería inaugurada hace dos años aún no produce un litro de gasolina, donde luego de destruir el Seguro Popular y crear un nuevo instituto que mejor ya cerraron también, desde el gobierno se sigue vendiendo el cuento de que tendremos un sistema de salud de primer mundo, el descarrilamiento de un ferrocarril novísimo, carísimo y destructor de la naturaleza no está raro, es un símbolo de la ineptitud, la corrupción y el cinismo con que se ha gobernado a lo largo del sexenio.
Edificada a toda prisa, para intentar cumplir los altos caprichos en plazos inverosímiles, no es sólo la calidad de los materiales, habría que investigar si la obra cumple con los estándares internacionales en su montaje y operación. Los soldados, ya se sabe, son leales y disciplinados, ¿pero sí le sabrán a eso de los trenes? La evidencia dice que no.
Lo ocurrido en Tixkokob es un símbolo de lo que está ocurriendo con el actual régimen. Descarrilado.
-o0o-
Publicar un comentario