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jueves, 16 de junio de 2016

Cuando los frailes defendieron a los nativos… Y éstos buscaron a Dios


Norma L. Vázquez Alanís

El discurso de filosofía política sobre la conquista de la Nueva España surgió de una evolución en la mentalidad y en los juicios que han ido teniendo los europeos, de cara a los naturales del continente americano. El primero en hablar sobre el tema en Europa fue John Mayor, quien en 1521 disertó en la Universidad de París sobre si fue legitimo o no lo que hizo España respecto a América.

Este fue el punto de partida de la doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra, España, Virginia Aspe Armella, para hablar sobre la ‘Filosofía de la Conquista’ en la conferencia que cerró el ciclo ‘Hernán Cortés y la hispanidad’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM).

Para explicar el tema, la especialista hizo una analogía entre la teoría científica del Big Bang y lo que sucedió con el descubrimiento de América en 1492; fue auténticamente un estallido cultural impactante entre dos grandes civilizaciones que de pronto se encontraron.

Y lo mismo sucedió con la conquista de México, donde en realidad lo que hubo fue una colisión entre dos formas de racionalidad; fue el choque sicológico de dos mentalidades, una mítica con categorías poéticas, frente a otra renacentista militar, pero profundamente romanesca que actuaba por su reina y por su Dios.

Es posible constatar que se trató de un encontronazo, porque Miguel León Portilla en su obra ‘La visión de los vencidos’, relata que cuando Hernán Cortés tenía sitiada Tenochtitlan, algunos indios muy valientes lograron llegar hasta los cañones -lo que podría haber dado la vuelta a este drama, apuntó Aspe Armella- pero cuando estuvieron ahí se metieron dentro del cañón para ver dónde estaba el Dios.

La también coordinadora del seminario de Filosofía Novohispana en la Universidad Panamericana, refirió la manera como se fue transformando la apreciación que tanto Cristóbal Colón con Hernán Cortés plasmaron en sus respectivas cartas a la corona española; en las primeras ambos se manifestaban maravillados con las bondades naturales, la geografía y la gracia de los indios, pero luego ya pretenden justificar la necesidad de someter a los naturales a sangre y fuego.

Esta percepción también apareció paulatinamente en Europa y fue Mayor quien primero se ocupó del asunto, pero la filosofía política de la conquista nació hasta 1539, cuando en la Universidad de Salamanca Francisco de Vitoria presentó su famosa ‘Relectio de indis’ o sobre los indios de América (la Relectio, era la conferencia magistral que se daba al principio o final del curso y en la que el profesor presentaba ante la Academia su propio pensamiento, más allá de su temario de clases).

En ese documento, De Vitoria, un fraile dominico y gran intelectual de la Universidad de Salamanca, se cuestionó si el monarca pudo haber declarado legítimamente la guerra en contra de los naturales de América y si la Iglesia podía intervenir y tenía el poder de haber repartido la mitad del mundo a su arbitrio. Ahí empezó el discurso de filosofía política que fue el tema de la conferencia de la doctora Aspe Armella.

Aunque De Vitoria había estudiado en la Universidad de París y tenía una formación medieval, se dio cuenta de que quizá no fue legítimo que el rey de España avalara lo que empezó como un movimiento privado -la conquista de Cortés separándose y yéndose por sí mismo a México- hasta llegar a una negociación en la que ya quedaba ese territorio para España.

De Vitoria dividió en tres partes su ‘Relectio de indis’: por qué derecho han venido los bárbaros a dominio de los españoles, es decir cuál es la razón por la cual los españoles se han vuelto dueños de ellos; qué potestad tienen los reyes de España sobre los indios en lo temporal y en lo civil; y qué pueden hacer los reyes, o la iglesia en lo espiritual y en lo que toca a la religión. Tras el análisis de estos puntos, su conclusión fue que “el emperador no es el soberano del mundo y, en consecuencia, no puede haberse tomado estas atribuciones”.

Cuando Carlos V se enteró de la ‘Relectio de indis’ convocó a una junta de teólogos en Valladolid en 1550, a fin de definir los límites de la ‘guerra justa’ y el trato que merecían los indígenas; en estas deliberaciones participaron Juan Ginés de Sepúlveda, eclesiástico, filósofo e historiador que defendió la postura del rey, y Bartolomé de las Casas, fraile dominico, filósofo, teólogo y jurista que se encargó de respaldar la causa de los naturales de Indias.

Ginés de Sepúlveda no planteó el tema desde la fe, pues consideraba que había que abordarlo desde la vida política, de manera que en su obra ‘Sobre las justas causas de la guerra contra los indios’ sostuvo que sí había fundamento para esta guerra, primero por concepción aristotélica de la superioridad de una civilización sobre otra, seguida por razones de humanidad, porque según esa idea los naturales eran salvajes e incapaces de autogobernarse. Justificaba el dominio español por la natural inferioridad y barbarie de los indios y recomendaba como lo más conveniente “una guerra rápida, sangrienta, muy violenta, con castigos ejemplares y muy corta para salvar las más vidas posibles”.

Mientras De las Casas, quien era un excelente retórico y además tenía la experiencia de haber convivido con los indios, también llevó la discusión al terreno aristotélico para demostrar que los naturales de América no eran bárbaros, pues tenían una gran civilización, arte, leyes y en ese sentido no cumplían con el estado de salvajismo e incapacidad de autogobierno que establecía Aristóteles.

En su ‘Apologética historia sumaria’ hizo una comparación analógica de las culturas americanas con las culturas de la antigüedad y demostró que los naturales de América tenían organización política y jurídica, escritura, educación en colegios públicos y para los nobles, arte y religión, aunque diferentes a las europeas, pero equiparables.

En opinión de la también catedrática de la Universidad Anáhuac, el mejor discurso de la filosofía política de la conquista fue el de Alonso de la Vera Cruz, un alumno eminente de Francisco de Vitoria enviado a la Nueva España para fundar la Real y Pontificia Universidad, pero que hubo de quedarse dos años en Michoacán porque no estaba lista la cédula real para ello y ahí convivió con los naturales.
De la Vera Cruz, un fraile agustino cuyos incunables están en la biblioteca del CEHM, fue el primero en presentar una conferencia magistral en la primera Universidad en América: la ‘Relectio sobre el dominio de los infieles y la guerra justa’, en contra de la dominación española y a favor de los indios.
Este filósofo, seguidor de un humanismo cívico y republicano, lo que hizo en ese texto fue desmantelar toda la administración colonial, el poder religioso y el poder monárquico, punto por punto porque él ya había tratado con los indios, pero astutamente lo desarrolló en forma de dudas para evitar a la Inquisición.

Así, De la Vera Cruz fundamentó su discurso en principios básicos de Derecho natural, orientados a regular aspectos concretos del gobierno de las Indias, como la transmisión de la propiedad y el poder político, la educación, los tributos, la explotación de los recursos y la soberanía.

En síntesis, este fraile agustino proponía encontrar fundamentos mínimos de igualdad entre indios y españoles; para lograr estas condiciones recomendaba la legitimidad de los gobernantes a través de la manifestación de la voluntad popular, la restitución de bienes mal adquiridos y el cobro moderado de tributos.

La doctora Aspe Armella, quien ha publicado 15 libros y más de 70 artículos especializados, terminó su interesante y extensa plática con una invitación a leer la obra de estos teólogos, filósofos y juristas para entender las formas de sometimiento y violencia, así como la desmemoria histórica actual.

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