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lunes, 24 de diciembre de 2018

Comentando / Democracia popular, no es para México

* Democracia social,  antes que absolutismo y totalitarismo

Luis Repper Jaramillo*
lrepperjaramillo@yahoo.com

En democracia, la unidad social es esencial para alcanzar los objetivos de seguridad, salud, empleo, crecimiento económico… pero lo más importante, lograr calidad de vida de la población. Lo contrario, es cuando un solo hombre interpreta a su manera e intereses la forma de gobernar, de manera unipersonal, mandando –literalmente- “al diablo las instituciones”, lo que lleva irremediablemente a una dictadura, no sin antes pasar por dos procesos que, terriblemente, ya se siente en México: absolutismo y totalitarismo.

Lo que parecía el cambio de rumbo, que millones de mexicanos anhelamos el 1 de julio, nos lleva a interpretar y sentir que Andrés Manuel López Obrador y su empresa Movimiento de Renovación Nacional (Morena), no es el hombre que aparentó ser y con falsas promesas de campaña, tuerce  la filosofía democrática del “poder” ejercido por el pueblo.

Con el lema ¿Quién manda aquí?, que subliminalmente nos hizo llegar a través de Redes Sociales cuando emitía uno de tantos (insulsos) mensajes, cuya escenografía era una pila de libros,  hasta arriba uno que “con jiribilla” mostraba esa leyenda… y así es. Desde su búsqueda, por tres ocasiones, del poder se abrogó el liderazgo (aun no en campaña) de marcar la agenda nacional, lo que le “dio” fuerza y arrogancia para dictar los temas del país.

Siempre mostró una imagen de líder popular, la historia da cuenta de ello, sólo citaré dos: en sus protestas de siempre se dedicaba a incendiar pozos petroleros en su natal Tabasco, para llamar la atención y sacar renta político/económica de su inconformidad. Otra, a raíz de su derrotar presidencial frente al panista Felipe Calderón, violando Constitución, leyes internas, reglamentos, derechos de terceros, etc. secuestro durante 47 días el Distrito Federal con un plantón de Paseo de la Reforma, desde Periférico hasta Avenida Juárez, ésta con Madero hasta llegar al Zócalo, provocando daños irreversibles a comercios, oficinas, transeúntes, turistas, y más, en la lamentable e  impura impunidad… ¡Nada le pasó!

Eso fue sumando adeptos al grado del endiosamiento de López Obrador que sobrado, arrogante, soberbio llegó por fin al 1 de julio de 2018 y ¡zas! Que gana la elección presidencial con más de 30 millones de votos. Hito en la historia política del país.

Mesías al fin, engrandecido por sus devotos, admiradores y oportunistas, en su ruta hacia Palacio Nacional, da un giro de 360 grados… y aquel que pregonó la democracia como bandera política, combatiente de la corrupción, fan de Fidel Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales y Nicolás Maduro, miméticamente inicia periodo de absolutismo, totalitario… y lo hace sentir desde el poder.

Su concepto de democracia no está en duda; sí, pero la equivocada. No la del pueblo en el poder; sino él. Alejado de la Democracia Social que es el sistema político en el que el pueblo ejerce su soberanía en el campo político, social y económico.

Para nada. Andrés Manuel practica, lo ha dicho, la Democracia Popular, ésta que en varios países adoptan regímenes de comunismo como forma de gobierno.

Antes de ascender a la Silla del Águila, en Palacio Nacional, ya mostraba su absolutismo, que es el régimen político en el que el poder del gobernante no está sujeto a ninguna limitación institucional (al diablo las instituciones). El poder absolutista de manera formal es indivisible, inalienable, intrascendente y liberal.

Ejemplo de esto, el más contundente aun no siendo Presidente Constitucional, su decisión de suspender las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), en que violentando la propia Constitución “organizó” una encuesta popular (partidista Morena) para conocer (manipulada) si se rechazaba continuar los trabajos. El NO morenista triunfó y lo hecho, se vino a tierra.
¿Absolutismo?, desde luego, sello de la casa.

Luego da el segundo paso en su visión “demócrata”, el totalitarismo. Ejemplo, su Guardia Nacional. De entrada, desaparece al grupo de élite militar Estado Mayor Presidencial, para demostrar ¡quién manda aquí! En sus periplos electoreros juró y perjuró que los soldados saldrían de las calles derechito a los cuarteles; fue bandera de campaña.

Una vez en Palacio Nacional, le brota la segunda fase del control total, omnímodo, único, “sólo yo”,  totalitarismo, el poder concentrado en el Estado  como organización, siendo  que el Estado es dominado y manejado en todos los aspectos por un partido político (Morena) que impone a la comunidad una ideología definida que penetra en todos las actividades sociales: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, sólo algunos gobernadores de oposición se resisten y no acatarán las disposiciones unilaterales del Ejecutivo Federal.

Pues bien, su Guardia Nacional, o como dice vox populi, la militarización de la seguridad pública, utilizará elementos castrenses: ejército, marina, policía federal (militares habilitados como civiles), cuyo mando recaerá en el Secretario de la Defensa Nacional… más claro, ni el agua.

López Obrador y su visión demócrata, ya se infiltró en el único Poder que podría ser contrapeso, el Judicial. Primer paso fue desacreditar a Ministros, Magistrados Jueces, etc. con el tema del salario. Mermó la credibilidad en los impartidores de justicia. Se enfrentó epistolarmente con el Ministro Presidente de la Corte, Luis María Aguilar, quien le respondió que no reducirán sus salarios. Los testaferros de López Obrador (en el Poder Legislativo), Delgado, en Diputados y Monreal, en Senadores, tuvieron que recular y aceptar que en efecto, los de birrete y toga no bajarán sus sueldos.

El mal ya está hecho. Además, por la jubilación del Ministro José Ramón Cossío, el Ejecutivo tiene la potestad (error constitucional) de proponer al Senado una terna para el relevo. Ni tardo ni perezoso, teniendo la oportunidad de penetrar más a la Corte para sus fines personales, el tabasqueño envió una propuesta de tres aspirantes… sólo que la triada tiene sangre guinda o vino tinto (Morenos), con lo que él que criticó la politización del máximo tribunal de justicia nacional, se enloda en lo que fustigó y un personero muy amlista, José Luis Alcántara Carrancá, fue electo (orden de Andrés) con 114 votos a favor, 5 abstenciones, 4 en contra y 1 nulo, por lo que la Corte estrenará Ministro –politizado- cuya señal llegó del edificio vecino, Palacio Nacional. ¿Totalitarismo? ¡Claro!

Sus esbirros en Paseo de la Reforma 135, ya maquinan un golpe más a la verdadera democracia de México.

Pronto será designado el flamante Fiscal General de la República, pues apenas se aprobó la Ley Constitucional que suple a la PGR. Ahora viene lo bueno. El nombramiento del Abogado de la Nación, que como se sabe y circula en redes sociales, será otro allegado,  habilitado por Andrés Manuel, que se convertirá en Fiscal Carnal y responderá sólo a los designios e intereses del Presidente de la República, pues podrá proponerlo, destituirlo, amonestarlo, relevarlo y condicionarlo, lo que vergonzosamente quebrantará la autonomía y facultades que competen al encargado de procurar  justicia, si éste pretende limpiar la casa de corrupción, impunidad, parcialidad y obediencia al inquilino de Palacio Nacional.

Al parecer el de Macuspana no ha entendido que el equilibrio político es imperativo sustancial del Poder. No ha leído, tal vez, la Carta Sentimientos de la Nación, del Generalísimo, José María Morelos y Pavón, en la parte que  expresa que el demócrata debe moderar la opulencia y la miseria.

El avasallamiento de Morena en San Lázaro y Reforma 135 no es una muestra de democracia; hasta allá se han filtrado las características políticas de su líder, patrón, mesías, iluminado, como quedó demostrado en los debates de la Ley de Egresos, en donde la oposición exigió y fustigó la reducción sustancial de presupuesto a las universidades públicas, al Politécnico. Situación que salió de control con agresiones verbales entre los legisladores.

Fue hasta que los rectores y directores de las instituciones, los medios de comunicación no afines al régimen, vox populi; en el extranjero protestaron y arremetieron contra la irresponsable decisión de López Obrador, quien tuvo que recular, corregir, desdecirse y anunciar que se enmendaría el “error”, diría yo,  horror, que los recursos económicos para la educación superior no sólo se mantendrían como en el ejercicio fiscal anterior, sino que habría un poco más.

Sin embargo, apenas a tres semanas de iniciado el sexenio entre yerros, reculadas, desdecidas, imposiciones, injerencias, se nota la intentona de llevar su administración a una etapa que no queremos los mexicanos. Somos testigo de países vecinos dominados por la intolerancia, la corrupción y dictadura que padecen venezolanos, bolivianos, nicaragüenses, cubanos, pronto brasileños, cuyas tendencias tienen sumidos a estas naciones en la miseria, el éxodo, la desnutrición infantil y adulta.

Regímenes del garrote, la tortura, las tanquetas, las balas de goma, las desapariciones,  violación a los derechos humanos, entre otras calamidades.

Y para desconsuelo de los mexicanos esos dictadores viven en el consciente e interés de Andrés Manuel, al grado de ser  invitados a su toma de protesta, Nicolás Maduro, de Venezuela, Evo Morales, de Bolivia, Miguel Díaz-Canel, de Cuba, de última hora se disculpó Daniel Ortega, de Nicaragua, pero el mensaje ahí queda: son sus amigos de similar ideología política.

* Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT) y de Comunicadores por la Unidad (CxU).

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