lunes, 10 de diciembre de 2018
Concatenaciones / Fuegos fatuos
Por Gustavo Rentería a las 19:07 archivado en Columnas Nacionales Comentando Fernando Irala | Comentarios : 0
Fernando Irala
Pasada la euforia de la llegada al poder, para Andrés Manuel López Obrador y su movimiento vienen ahora tiempos de retos en su proyecto de transformación.
La primera medida de topar los sueldos de los servidores públicos se ha encontrado con la decisión provisoria de la Suprema Corte de Justicia de congelar la reducción salarial. La batalla seguirá y la trama se complicará, si bien se trata de un tema casi simbólico.
En realidad, lo que sigue siendo un misterio es de dónde saldrán los recursos para repartir entre la población los diversos beneficios anunciados, operar la zona libre de la frontera norte, y echar a andar las inversiones públicas prometidas, particularmente en el sector energético.
Ya quedó claro que la gasolina no bajará de precio, incluso que seguirá subiendo, aunque no más que la inflación, y se ha reiterado la promesa de que ésta se mantendrá bajo control.
Lo cierto es que ya hoy una presión inflacionaria en la economía mexicana derivada de las altas tasas de interés, y por el contrario las expectativas de crecimiento se han deteriorado, como resultado de que al capital se le asusta un día sí y el otro también, tanto con declaraciones, como con acciones del tipo de la cancelación de un aeropuerto a medio construir, o de los mecanismos de promoción turística internacional.
El año que ya está por concluir cerrará con un crecimiento económico más bien pequeño, pero los expertos no auguran una mejor situación para el año que en pocas semanas comenzará; por el contrario, la proyección es una cifra todavía menor a la actual.
A la larga, el bienestar de la población no estará garantizado por los programas de reparto de dinero, sobre todo porque en realidad aunque hay mucho que repartir, si se toma en cuenta el volumen de la gente en estado precario, les toca en promedio unos cientos o miles de pesos.
Un progreso real para la Nación implicaría crecimiento económico sólido y sostenido, inversión productiva y generación real de empleos.
Mientras ello no ocurra, todo lo demás son fuegos fatuos.
Pasada la euforia de la llegada al poder, para Andrés Manuel López Obrador y su movimiento vienen ahora tiempos de retos en su proyecto de transformación.
La primera medida de topar los sueldos de los servidores públicos se ha encontrado con la decisión provisoria de la Suprema Corte de Justicia de congelar la reducción salarial. La batalla seguirá y la trama se complicará, si bien se trata de un tema casi simbólico.
En realidad, lo que sigue siendo un misterio es de dónde saldrán los recursos para repartir entre la población los diversos beneficios anunciados, operar la zona libre de la frontera norte, y echar a andar las inversiones públicas prometidas, particularmente en el sector energético.
Ya quedó claro que la gasolina no bajará de precio, incluso que seguirá subiendo, aunque no más que la inflación, y se ha reiterado la promesa de que ésta se mantendrá bajo control.
Lo cierto es que ya hoy una presión inflacionaria en la economía mexicana derivada de las altas tasas de interés, y por el contrario las expectativas de crecimiento se han deteriorado, como resultado de que al capital se le asusta un día sí y el otro también, tanto con declaraciones, como con acciones del tipo de la cancelación de un aeropuerto a medio construir, o de los mecanismos de promoción turística internacional.
El año que ya está por concluir cerrará con un crecimiento económico más bien pequeño, pero los expertos no auguran una mejor situación para el año que en pocas semanas comenzará; por el contrario, la proyección es una cifra todavía menor a la actual.
A la larga, el bienestar de la población no estará garantizado por los programas de reparto de dinero, sobre todo porque en realidad aunque hay mucho que repartir, si se toma en cuenta el volumen de la gente en estado precario, les toca en promedio unos cientos o miles de pesos.
Un progreso real para la Nación implicaría crecimiento económico sólido y sostenido, inversión productiva y generación real de empleos.
Mientras ello no ocurra, todo lo demás son fuegos fatuos.
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