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martes, 2 de junio de 2020

Enfoque Global / Oposición a AMLO: Provocadora e irresponsable

José Luis Ortiz Santillán

En efecto, quien mueve a México no son los que desde sus lujosos autos se manifestaron este fin de semana en las principales ciudades. No, son los obreros, campesinos y empleados, los desarrapados, los siempre olvidados por los que gobernaron México hasta el antes del 1 de diciembre de 2018; los otros, son los que apoyaron la corona, los que aplaudieron la intervención francesa y a Porfirio Días, los que respiraron de satisfacción cuando Victoriano Huerta asesino a Zapata, los que se opusieron a los cambios en México; los que no sólo hablan inglés, sino piensan en inglés, los que lamentan haber nacido en este país ¿o a caso Usted piensa que, los que perdieron las guerras ante se desterraron de México?

Los que mueven la economía nacionales son aquellos que diariamente están en las líneas de producción en las fábricas, los que están con las manos llenas de grasa en los talleres mecánicos, los que trabajan en las ferreterías, en la central de abastos, los que mueven las unidades de trasporte, los que barren las calles de las ciudades; son los docentes, los médicos, los repartidores, los vendedores, el zapatero, los empleados de la tintorería o de la tienda de la esquina; los policías que dan su vida por unos pesos, los soldados y marinos, todos ellos son los que mueven México; los que los señores de los autos elegantes enfrentan diciendo: Usted no sabe con quien se mete, Usted no sabe quien soy yo...

Quién dijo, que quienes perdieron el poder y los privilegios en las elecciones presidenciales del 1 de julio de 2018, se quedarían con las manos cruzadas y aceptarían su derrota en las urnas. Peor aún, que aceptarían ser echados de la administración pública federal, en la que sus familias por años trabajaron, pasando de gobierno en gobierno y extendiendo sus vínculos; desde donde pudieron enviar a sus hijos a estudiar al extranjero y amasar sus fortunas; que sin chistar aceptarían ver reducidos sus fabulosos salarios superiores a los 110 mil pesos mensuales netos y hasta de 250 mil, a sólo 40 mil o 96 mil pesos netos, que es el sueldo neto de un subsecretario de Estado hoy; todo por el bien del pueblo, por acatar el principio: “por el bien de todos, primero los pobres”.

Pero a qué gobierno le preocuparon realmente los pobres, siempre que no provocaran revueltas sociales o se sublevaran contra el gobierno en las montañas. Desde Lázaro Cárdenas, a ningún gobierno realmente le han interesado los pobres, a no ser para llenar los reportes sobre evolución de la pobreza en el mundo de la ONU, del Banco Mundial, de la CONAPO o del INEGI; o en el peor de los casos, para justificar la salida de millones de pesos de las arcas del Estado hacia cuentas personales en nombre de los pobres, como sucedió con los programas para erradicar el hambre en la Sierra Tarahumara, desde donde en 2010 bajaron cientos de Rarámuris para evitar morir de hambre.

Precisamente, la desdicha de los pueblos originarios de América ha sido servir de “carne de cañón” en las guerras, como lo fueron antes de 1910 los Tarahumaras, pero nunca escuchados en su pobreza y su dolor. A los indígenas, a los pobres, se les visita en sus comunidades en tiempos de elecciones, pero pronto se les olvidaba por quienes llegaban al poder; a ellos se le cerraban las puertas de las oficinas del gobierno y por años se les negó todo; no obstante, en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, son ellos los protagonistas, son ellos los que, sin ser época de elecciones, son visitados por el presidente, son ellos los que ocupan la primera fila en las concentraciones y mítines.

Negar la lucha de clases en el Siglo XXI y pensar que esa fuerza que ha sido el motor de la historia de la humanidad ha quedado superada con la llegada de la globalización y la modernización de la producción industrial; sería negar el propio desarrollo de la humanidad; los manifestantes de los autos elegantes son parte de esa lucha de clases. En México podemos hablar de la perversión del movimiento obrero, de su atomización y la corrupción en sus filas, de lo contrario no entenderíamos su inmovilismo ante las injusticias sociales y las que se han urgido en su contra; porque entre patrones y dirigentes nunca hubo diferencias que el dinero no saldara.

Cómo podríamos entender que los principales líderes de las centrales obreras son millonarios, sin importar donde militen hoy o en que país se encuentren huyendo de la justicia. Si las centrales obreras que controla el nuevo PRI, el que abandonó el nacionalismo revolucionario que le dio vida en los años cuarentas, hubieran sido beligerantes, las habríamos visto en las calles en los gobiernos del PAN, luchando por sus reivindicaciones o ahora mismo estarían haciéndolo en lugar del desfile de autos costosos.

No es así, porque las fortunas que han construido se amasaron no solo con el sudor de millones de obreros y campesinos, a través de sus cuotas sindicales, sino bajo la corrupción que blindó a los gobiernos anteriores y permitió las componendas entre lideres sindicales y funcionarios de gobierno. Abusos de poder e impunidad han marcado la historia del movimiento obrero y estudiantil en México; si no fuera así, como entender que un líder obrero tenga lujosas residencias y yates en el extranjero, cuentas millonarias, obras de arte costosas, cuando un obrero o un profesor apenas gana para subsistir.

No cabe duda de que, nadie ni nada hará que renuncié el presidente López Obrador, porque no llegó ahí por componendas con la oligarquía financiera que ha gobernado a México durante años, sino por que el 63.42% de los ciudadanos decidió llevarlo al poder para materializar sus sueños de democracia y dignidad postergados. Pero quienes hoy lanzan criticas mordaces contra el presidente, temerarias e insolentes, sólo atizan la caldera de la lucha de clases, sólo animan al pueblo a asumir su rol en esa lucha y actuar en su contra; quienes hoy desprecian la inteligencia del pueblo, quizá olvidaron quienes estuvieron al frente en las guerras que enfrentó nuestro país; por lo cual, sería mejor trabajar para fortalecer la democracia y la pluralidad política, que incendiar a México con discursos y columnas incendiarias en los medios.

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