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lunes, 11 de enero de 2021

Enfoque Global / Trump y la democracia estadounidense humillada

José Luis Ortiz Santillán

La violencia y el caos estalló en los Estados Unidos este miércoles pasado. Los Estados Unidos que promovieron golpes de Estado alrededor del mundo, la infiltración de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en los movimientos sociales para lograr sus fines y cuestionaron la limpieza de las elecciones en uno y otro país, hoy se encuentran hundidos en un caos en la víspera de la sucesión del gobierno del presidente Donald Trump, quien ha calificado de fraudulentas las elecciones en su propio país y convocado a sus seguidores a tomar las instalaciones del Congreso para impedir la ratificación del demócrata Joe Biden como presidente electo.

Aunque era previsible que el presidente Trump recurriera a algún recurso de último momento para impedir que Joe Biden fuera designado presiente electo de los Estados Unidos, nadie imaginó que sus acciones lo llevaran a convertir a su país en una “República Bananera”, al llevar a sus seguidores con sus arengas a invadir el Congreso el miércoles pasado, dejando atónitos a millones de personas alrededor del mundo, que se preguntaban si aquellas imágenes serían de la Rumanía de hace 30 años atrás, cuando la muchedumbre se abalanzó sobre el palacio de Nicolae Ceaușescu, de Guatemala, Ecuador, Perú, Sudan, Tunes, Egipto o Venezuela.

Pero quienes son los manifestantes ProTrump que invadieron el Capitolio. No es difícil adivinar el perfil de los manifestantes que irrumpieron en el Congreso de los Estados Unidos el miércoles pasado; entre los que se encontraban conspiradores, supremacistas blancos, militantes por el porte de armas o incluso veteranos del ejército estadounidense, los “Proud Boys” que han participado en protestas en apoyo al presidente Trump, los que la prensa estadounidense llama “la mafia”, la multitud, los amotinados, los revoltosos, los insurrectos..., todos activistas ProTrump que respondieron sus llamados para recuperar los votos presuntamente robados en las elecciones.

Pero también el presidente Trump contó con el apoyo de diferentes grupos y movimientos políticos de derecha estadounidenses, como Qanon, los Proud boys o incluso organizaciones neonazis. Participaron personas que provienen de orígenes muy diferentes y que no son necesariamente representativas del electorado de Donald Trump, pero los une el odio a las élites y la democracia, el odio a los inmigrantes, a los mexicanos, a los afrodescendientes y asiáticos, activistas de extrema derecha seducidos por todos los rumores que pueden avivar su odio y sueñan con una sociedad con un hombre fuerte en el poder.

Pero pese a los disturbios provocados por el presidente Trump en Washington, al final, en un gesto democrático, el Congreso de los Estados Unidos certificó los resultados de las elecciones presidenciales en la madrugada del jueves pasado. En lugar de aglutinar a sus seguidores, el presidente Trump perdió el apoyo de muchos republicaos y el presidente electo, Joe Biden, lo acusó de haber desatado un asalto despiadado contra las instituciones democráticas estadounidenses, de promover un golpe de Estado.

Después del caos provocado por el presidente Trump, el jueves demócratas y republicanos aplaudían el regreso al orden en el Congreso, mientras otros pedían la cabeza del presidente. Los estadounidenses, que se habían erigido en certificadores de procesos electorales alrededor del mundo, en “validadores” de la democracia, hoy están consternados entre la ira, el asombro y el terror, después de ver de los que son capaces los seguidores del presidente Trump, que bien podría llevar a su país a una guerra civil o una guerra mundial. 

Hoy todos se preguntan, por qué ni la policía desplegada ahí, ni los guardias de seguridad, ni los agentes del FBI y la CIA, fueron capaces de detener a las turbas del presidente TRUMP, quienes mostraron su fuerza y se burlaron de una clase política asustada, acostumbrada a ver por la TV ese tipo de protestas y sublevaciones, pero nunca a ser victima de ellas, las cuales dejaron cuatro muertos, entre ellos, una mujer y un exsoldado que luchó en Afganistán e Irak , quien estaba entre los partidarios del presidente Trump.

Consternado, el presidente electo señaló al referirse a los hechos: “Ayer fue ante mis ojos, uno de los días más oscuros de nuestra historia” y no se equivocó, todos vimos como en unos instantes se desmoronaba la imperfecta y endeble democracia estadounidense, basada en elecciones indirectas que marginan la decisión de la mayoría de los ciudadanos y privilegian los votos de los distritos electorales por Estado.

Aunque el presidente Donald Trump finalmente en un comunicado, se comprometió a asegurar una transición ordenada del poder a Joe Biden, nadie esta seguro de que sea así a esta altura. Pero la violencia en Capitolio no puede concluir con una declaración de prensa del presidente Trump que no reconoce aún su derrota y acusa al sistema electoral estadounidense de haberle robado la elección; los demócratas, que temen alguna locura del presidente Trump, incluso de que sea capaz de desatar una guerra mundial; es por esa razón que están tentados a empujar a Trump hacia una salida anticipada antes del 20 de enero, fecha en que deberá asumir el gobierno Joe Biden.

Nancy Pelosi, líder de los demócratas en el Congreso, habló con el jefe de gabinete de Estados Unidos, Mark Milley, bajo el argumento de evitar que un presidente inestable inicie hostilidades militares u ordene un ataque nuclear. Mientras la mayoría de los representantes demócratas quieren llevar al patíbulo al presidente Donald Trump, manifestando su preocupación por lo que aún podría hacer, Nancy Pelosi anunció el viernes que se había reunido con el ejército estadounidense para asegurar que Trump, a quien calificó de presidente desequilibrado, no pudiera utilizar códigos nucleares. Lo cierto es que el mundo está atento a lo que pueda pasar en los Estados Unidos y la mayoría de la opinión pública internacional apuesta por su destitución.

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