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lunes, 1 de noviembre de 2021

Concatenaciones / El robo del tiempo

Fernando Irala

Terminó este ciclo esa distorsión del tiempo y de la vida a la que llaman horario de verano; los días vuelven a ser normales y los relojes marcan de nuevo la hora exacta.

Por lo pronto, porque apenas transcurra el invierno retornará el adelanto y el obligado cambio de rutinas, de prisas y desmañanadas; nos robarán de nuevo el sueño.

Como una medida tan absurda en un país situado en las latitudes tropicales requiere de ser justificada permanentemente, en cada ocasión las autoridades nos hacen cuenta de los ahorros de energía logrados cada año y a lo largo de la historia.

Por supuesto, nunca nos precisan que esas sumas impresionantes se las ahorra la empresa que tiene a su cargo generar la electricidad, pero no las familias, porque en los hogares lo que economizan por la noche lo despilfarran antes de que amanezca.

Entretanto, la calidad de vida se ve alterada, aunque en los años que vivimos y en el país en donde estamos, son tantos los factores que deterioran el bienestar, que uno más la verdad ni se nota.

El mundo está ya de vuelta de esas medidas ideadas hace un siglo. En Europa la pandemia ha retrasado su ejecución, pero ya llegaron a la conclusión de que tener un horario uniforme a lo largo del año aporta más beneficios que inconveniencias. Y en eso están.

Aquí, sin embargo, se persiste en una mala idea, cuyo origen se sitúa como parte de los acuerdos no escritos cuando se firmó el TLC con Estados Unidos.

Tal vez habría que recordarle a quien corresponda que la adopción del cambio de horario se adoptó en el régimen de Salinas de Gortari y se puso en vigor en el de Ernesto Zedillo.
A ver si así.

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