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viernes, 25 de febrero de 2022

El ocaso de un rector


Por Eduardo Leonor Carillo


Enrique Graue Wiechers, todavía hoy rector de la UNAM, se encuentra en el momento más complicado de su gestión. A dos años de dejar el cargo y con la responsabilidad de tener que regresar a toda la universidad a las actividades presenciales, a Graue le ha estallado una bomba que estaba activada, él conocía y, sin embargo, prefirió ignorar por proteger a un amigo suyo y por tener asesores de segundo nivel. Eduardo López Betancourt, su compañero de viaje y además presidente del Tribunal Universitario, será procesado penalmente por el delito de acoso sexual agravado, en perjuicio de una estudiante universitaria.

La investigación a López Betancourt por acoso sexual inició hace caso tres años, por lo que el rector no se puede decir sorprendido. Además, la mala fama pública del abogado es amplia y Graue lo conoce desde sus años universitarios, por lo que tampoco se puede llamar engañado. Adicionalmente, el rector no se puede deslindar de este personaje, pues apenas hace unos meses lo postuló a nombre de la UNAM, a pesar de la investigación en su contra, para recibir la medalla Sentimientos de la Nación, que anualmente entrega el Congreso de Guerrero; entidad de la que es oriundo el doctor, profesor y presidente del Tribunal Universitario.

Una estudiante, Lourdes Ojeda, fue la que detonó la crisis e hizo estallar en pedazos la carrera universitaria de López Betancourt. La alumna de Maestría advirtió públicamente que había sido acosada, agredida y agraviada por el funcionario universitario, a las afueras del edificio de posgrado de la Facultad de Derecho. “Tienes muy buenas nalgas para estar en mi cama, y no para andar de revoltosa. Pinches viejas, por eso las matan”, le habría dicho el catedrático que, 20 años antes, a la entrada de la Facultad de Derecho, también había tenido comentarios agresivos, de índole sexual, en contra de la entonces estudiante de licenciatura.

Amigo de políticos como Félix Salgado Macedonio, Miguel Ángel Mancera, Ricardo Monreal, Ángel Aguirre Rivero, José Narro Robles entre otros, y ex colaborador de Rubén Figueroa Figueroa en el Guerrero de la guerra sucia de los años setenta, Eduardo López Betancourt siempre ha sido un ave de tempestades. En su momento se confrontó abiertamente con el rector Juan Ramón de la Fuente, injurió públicamente a Fernando Serrano Migallón, ex subsecretario de Educación Pública, cuando este era director de la Facultad de Derecho de la UNAM, y se dijo perseguido político del entonces secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero, en los años del sexenio de Vicente Fox Quesada. Hoy, ante la decisión del juez de control de procesarlo, López Betancourt recurre de nuevo a la estrategia de victimizarse y culpa al fiscal, Gertz Manero, de orquestar una persecución política en su contra.

Llama la atención que mientras el presidente del Tribunal Universitario se dice víctima y perseguido político, e incluso equipara su sujeción a proceso con una agresión a la UNAM, prácticamente nadie en la universidad expresa una opinión a su favor.

Durante los últimos años, a partir de que Lourdes Ojeda inició su denuncia contra él, primero en la UNAM y después ante el Ministerio Público porque el rector nunca atendió sus quejas, López Betancourt se dedicó a envolverse en la bandera del feminismo criticando las acciones desarrolladas en la universidad para combatir la violencia de género. Sus manifestaciones incluyeron acusaciones abiertas contra los directores de las facultades e institutos de la UNAM, a quienes señalaba como corruptos protectores de maestros acosadores, mientras decía que el Tribunal Universitario estaba atado de manos. Aunque esas acusaciones enrarecían el ambiente y dañaban a la universidad, el rector Graue nunca lo frenó y tampoco lo desacreditó públicamente. Ese silencio, para algunos cómplice, caló hondo en la propia comunidad académica. Hoy resulta que el hombre que acusó a muchos de proteger acosadores, sin presentar nunca una prueba, ni abrir un procedimiento contra ningún director, enfrenta un juicio penal por acoso sexual agravado contra una estudiante.

La credibilidad de López Betancourt ya quedó hecha trizas. Ahora falta ver qué ocurre con la de Enrique Graue Wiechers, pues para colmo, la tarde del jueves empezaron a circular dos documentos: una carta de un Grupo Organizado de Alumnas de la Especialidad de Género y Derecho de la Facultad de Derecho de la UNAM, además de una solicitud digital de firmas de apoyo lanzada por Académicas de la UNAM (profesoras) de diversas entidades universitarias. Además de respaldar a Lourdes Ojeda, las mujeres universitarias le demandan al rector Graue, fijar una posición clara en el caso de la vinculación a proceso de López Betancourt, así como sentar un precedente que salve los supuestos avances que, durante su rectorado, la UNAM había tenido en el combate a la violencia de género, pues todos esos avances han quedado en entredicho.

La disyuntiva del rector Graue es clara: ¿Prefiere irse por la puerta principal de la Torre de Rectoría, o seguirá fiel a su amigo, López Betancourt, y se irá, sin avisar y por la puerta de atrás, luego de haber defendido por años al gran acosador de la UNAM? Es pregunta.


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