Fernando Irala
Cada nueva información del INEGI confirma lo que los consumidores constatan día con día: todo está subiendo, y cada vez sube más.
A la cifra ya crecida del año pasado, en que el índice de precios cerró con un incremento de siete puntos y un tercio, ahora se añade la información del corte a la primera quincena de abril, en que el indicador se sitúa ya cerca de los ocho puntos.
Más alarmante aún es que el llamado índice subyacente, que integra los sectores y mercancías que no tienen una variación constante y que por lo tanto marca las tendencias futuras, se ubica cerca de los diez puntos porcentuales. Dicho de manera simple, nos espera una inflación aún mayor en los meses por venir.
La historia de medio siglo en México nos ha enseñado de manera dramática que toda la economía se distorsiona cuando el fenómeno inflacionario se desboca, pero quienes más lo resienten son las personas y familias de menores ingresos, sean los que tienen un empleo con salario precario o quienes ni siquiera esa elemental cobertura económica alcanzan.
La inflación empeora la desigualdad y empobrece más a los pobres, situaciones ambas que en los últimos cuatro años se han agudizado, aunque el descontrol de la inflación es claramente secuela de la pandemia del covid, primero, y luego de la guerra de Rusia contra Ucrania.
Por ello, se vuelve una prioridad de la estrategia económica detener la ola inflacionaria y reducirla por lo menos hasta los niveles manejables que con altibajos se lograron en las primeras dos décadas del siglo actual.
No será sencillo, en la medida en que los principales factores que la impulsan son de orden externo, y no queda claro hasta dónde será sostenible seguir subsidiando la gasolina para que no impacte más la subida general de precios. En este rubro se advierte además un interés político del gobierno de no identificarse con un “gasolinazo”, aunque por una ironía histórica se sigue entonces la estrategia de Felipe Calderón: quemar los ingresos que por un lado llegan de la exportación de petróleo, para beneficiar mayoritariamente a la población privilegiada que tiene coche.
En esos laberintos, entre presiones alcistas y cálculos electorales, el poder adquisitivo de las clases mayoritarias se deteriora un día sí y otro también, y así seguiremos, por lo que se vislumbra, por lo menos el resto de este año.
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