Arnulfo Valdivia Machuca
Mi memoria, pésima de por sí, no recuerda en 51 años algún Domingo de Resurrección tan emocionantemente aderezado por la política mexicana como el de 2022. La hoy fallida reforma energética del presidente López Obrador obró en miles el milagro de sintonizar por primera vez en su existencia el Canal del Congreso; uno en el que normalmente trabaja más gente que la que lo ve.
Como en el Coliseo romano, las enardecidas audiencias se dividieron entre quienes querían ver a un AMLO por primera vez derrotado y entre aquellos para los que es un honor estar con Obrador. Los corazones del mexicano promedio, sin embargo, no se rompieron por motivos ni eléctricos ni petroleros. La desilusión fue musical. Federica del grupo Kabah, ahora diputada, resultó no llamarse Federica. Años de pensar que la del peinado “cool” portaba también un nombre “cool” se le cayeron a medio país, cuando se leyó en las pantallas su nombre real: Janine Patricia. Legisladora por un partido ecologista, Janine resultó además poco ecologista. Votó a favor de una ley abiertamente contraria a las energías limpias.
Este disparate, sin embargo, no es raro en tiempos en los que la narrativa prevalece sobre la realidad. Lo cierto es que siempre ha sido así, pero hoy las herramientas tecnológicas potencian varias veces el poder de una mentira que se repite cien veces. Por decirlo de otro modo, hoy basta repetirla veinte o treinta veces y publicitarla en medios electrónicos, para convertirla en “verdad”.
Evidentemente, en el caso de un nombre propio, el juicio que se pase es absolutamente relativo. Al final, cada quien tiene derecho a hacerse llamar como le dé la gana. Si Janine quiere que le digan Federica, está en su derecho, pero ese no es el punto. El fondo de la discusión se remite al poder manipulador de absolutamente todo lo que hoy pasa por el mundo digital: un nombre falso, una postura política falsa, un logro gubernamental falso, una imagen falsa. Todo en el espacio digital es manipulable y lo peor es que, sabiéndolo, seguimos creyendo. Para ejemplo, los filtros de las fotografías en redes sociales, los inflados logros de políticos mentirosos, la música compuesta por computadora y cantada por voces que no son de quien mueve los labios. Todo es falso y lo creemos, porque resulta más fácil creer que cuestionar.
Apio Quijano, hermano de Federica, tampoco se llama Apio, se llama Héctor. Janine, que es diputada por Yucatán, no es de Yucatán. Y el litio que acaba de nacionalizar el presidente ya era propiedad de la nación. Y sin embargo, todo lo falso que filtra el mundo electrónico, puede convertirse en una realidad virtual: una narrativa que siendo falsa, se maquilla hasta hacerla real. Por eso, piensa al ver y cuestiona al creer, que ya nada es hoy lo que parece ser. Es el consejo digital de tu Sala de Consejo semanal.
@arnulfovaldivia
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