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jueves, 3 de marzo de 2022

La UNAM navega en aguas peligrosas

Eduardo Leonor Carillo

El caso contra Eduardo López Betancourt marca un antes y un después en el combate a la violencia de género en la Universidad Nacional Autónoma de México. No solo porque es el primero lleva a juicio a un funcionario universitario de alto nivel, también porque se trata de un personaje que fue protegido durante varios años por la estructura de poder que lleva más de dos décadas dominando la Universidad Nacional.

López Betancourt alcanzó el zenit de su influencia con Enrique Graue como rector, pero en realidad llevaba bastante tiempo antes de la llegada de Graue a la Rectoría, acumulando poder e impunidad, actuando como le venía en gana, amagando alumnas, alumnos, profesoras y profesores en la que era su principal base de operaciones: la Facultad de Derecho., sin que se le pudiera poner un alto porque aunque no tuviera el mismo alcance, antes de Graue ya existía un manto protector sobre él.

Con Graue en la Rectoría, López Betancourt, un guerrerense ligado a Rubén Figueroa Figueroa y a la guerra sucia de los años setenta con todo y sus casos de desaparición forzada, logró colarse hasta el decanato del Consejo Técnico de la Facultad de Derecho y de ahí a la Presidencia del Tribunal Universitario, pero antes de que Graue fuera rector, el abogado de Félix Salgado Macedonio, hoy acusado de violencia de género, era un personaje muy influyente en la universidad porque gozaba de la protección de José Narro Robles.

Al inicio del rectorado de Narro, el profesor López Betancourt protagonizó un episodio de antología al oponerse, con auténtica virulencia, muy poca clase, toda una campaña de desprestigio y hasta amenazas de tomar la Facultad dirigidas a la Junta de Gobierno, a la candidatura de Jorge Islas López, quien antes había sido abogado general de la universidad, como director de Derecho,.

Al paso del tiempo se supo que era José Narro, el rector, quien no quería a Islas en la dirección de Derecho, pero como era el candidato del ex rector, Juan Ramón de la Fuente, Narro tuvo que incluirlo en la terna que presentó a la Junta de Gobierno. Sin embargo, al mismo tiempo que lo proponía para el cargo, lo bombardeo y descalificó a través de las diatribas y amenazas de López Betancourt.

Con Graue en la Rectoría y él en el Tribunal Universitario, el guerrerense desdobló y exhibió toda su “encantadora” personalidad. Mientras la UNAM vivía momentos complicados porque las feministas encapuchadas pusieron el tema de la violencia de género sobre la mesa, López Betancourt se autonombró defensor de las mujeres y empezó una embestida contra todos los directores de las facultades y escuelas, a quienes culpó de proteger a los profesores acosadores y atar de manos al Tribunal Universitario y a la Rectoría. Sin embargo, con su propia fama de acosador y sus largos años como profesor de la UNAM, no tenía y no tiene, ni el prestigio ni la autoridad moral para siquiera hablar de la lucha contra la violencia de género y de eso han estado surgiendo testimonios de varias ex alumnas y ex compañeras en la academia.

La propias feministas se encargaron de recordarle su historia a López Betancourt en más de una ocasión, pues su nombre se convirtió en miembro recurrente de los “tendederos” con que las universitarias recurrentemente adornan rejas y muros de la torre de Rectoría en la universidad, para denunciar a sus profesores acosadores.

Hoy, cuando la violencia de género sigue como un problema pendiente en la UNAM, lejos de ser una señal de avance en el tema,  el juicio contra López Betancourt se ha convertido en un símbolo del fracaso de Enrique Graue. En la comunidad universitaria están presentes los años de permisividad, encubrimiento, y respaldo decidido del rector al acosador mientras fue presidente del Tribunal Universitario, así como el silencio de la UNAM durante todo el escándalo mediático del caso en Tribunales. Ese silencio solo se rompió cuando la Facultad de Derecho destituyó de su cargo en el Tribunal Universitario a López Betancourt.  Las razones para mantenerse al margen hasta el último minuto, aunque eso se interpretara como una extensión del apoyo al acusado, siguen siendo un misterio para los universitarios, y también para la sociedad que ha seguido el caso.



viernes, 25 de febrero de 2022

El ocaso de un rector


Por Eduardo Leonor Carillo


Enrique Graue Wiechers, todavía hoy rector de la UNAM, se encuentra en el momento más complicado de su gestión. A dos años de dejar el cargo y con la responsabilidad de tener que regresar a toda la universidad a las actividades presenciales, a Graue le ha estallado una bomba que estaba activada, él conocía y, sin embargo, prefirió ignorar por proteger a un amigo suyo y por tener asesores de segundo nivel. Eduardo López Betancourt, su compañero de viaje y además presidente del Tribunal Universitario, será procesado penalmente por el delito de acoso sexual agravado, en perjuicio de una estudiante universitaria.

La investigación a López Betancourt por acoso sexual inició hace caso tres años, por lo que el rector no se puede decir sorprendido. Además, la mala fama pública del abogado es amplia y Graue lo conoce desde sus años universitarios, por lo que tampoco se puede llamar engañado. Adicionalmente, el rector no se puede deslindar de este personaje, pues apenas hace unos meses lo postuló a nombre de la UNAM, a pesar de la investigación en su contra, para recibir la medalla Sentimientos de la Nación, que anualmente entrega el Congreso de Guerrero; entidad de la que es oriundo el doctor, profesor y presidente del Tribunal Universitario.

Una estudiante, Lourdes Ojeda, fue la que detonó la crisis e hizo estallar en pedazos la carrera universitaria de López Betancourt. La alumna de Maestría advirtió públicamente que había sido acosada, agredida y agraviada por el funcionario universitario, a las afueras del edificio de posgrado de la Facultad de Derecho. “Tienes muy buenas nalgas para estar en mi cama, y no para andar de revoltosa. Pinches viejas, por eso las matan”, le habría dicho el catedrático que, 20 años antes, a la entrada de la Facultad de Derecho, también había tenido comentarios agresivos, de índole sexual, en contra de la entonces estudiante de licenciatura.

Amigo de políticos como Félix Salgado Macedonio, Miguel Ángel Mancera, Ricardo Monreal, Ángel Aguirre Rivero, José Narro Robles entre otros, y ex colaborador de Rubén Figueroa Figueroa en el Guerrero de la guerra sucia de los años setenta, Eduardo López Betancourt siempre ha sido un ave de tempestades. En su momento se confrontó abiertamente con el rector Juan Ramón de la Fuente, injurió públicamente a Fernando Serrano Migallón, ex subsecretario de Educación Pública, cuando este era director de la Facultad de Derecho de la UNAM, y se dijo perseguido político del entonces secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero, en los años del sexenio de Vicente Fox Quesada. Hoy, ante la decisión del juez de control de procesarlo, López Betancourt recurre de nuevo a la estrategia de victimizarse y culpa al fiscal, Gertz Manero, de orquestar una persecución política en su contra.

Llama la atención que mientras el presidente del Tribunal Universitario se dice víctima y perseguido político, e incluso equipara su sujeción a proceso con una agresión a la UNAM, prácticamente nadie en la universidad expresa una opinión a su favor.

Durante los últimos años, a partir de que Lourdes Ojeda inició su denuncia contra él, primero en la UNAM y después ante el Ministerio Público porque el rector nunca atendió sus quejas, López Betancourt se dedicó a envolverse en la bandera del feminismo criticando las acciones desarrolladas en la universidad para combatir la violencia de género. Sus manifestaciones incluyeron acusaciones abiertas contra los directores de las facultades e institutos de la UNAM, a quienes señalaba como corruptos protectores de maestros acosadores, mientras decía que el Tribunal Universitario estaba atado de manos. Aunque esas acusaciones enrarecían el ambiente y dañaban a la universidad, el rector Graue nunca lo frenó y tampoco lo desacreditó públicamente. Ese silencio, para algunos cómplice, caló hondo en la propia comunidad académica. Hoy resulta que el hombre que acusó a muchos de proteger acosadores, sin presentar nunca una prueba, ni abrir un procedimiento contra ningún director, enfrenta un juicio penal por acoso sexual agravado contra una estudiante.

La credibilidad de López Betancourt ya quedó hecha trizas. Ahora falta ver qué ocurre con la de Enrique Graue Wiechers, pues para colmo, la tarde del jueves empezaron a circular dos documentos: una carta de un Grupo Organizado de Alumnas de la Especialidad de Género y Derecho de la Facultad de Derecho de la UNAM, además de una solicitud digital de firmas de apoyo lanzada por Académicas de la UNAM (profesoras) de diversas entidades universitarias. Además de respaldar a Lourdes Ojeda, las mujeres universitarias le demandan al rector Graue, fijar una posición clara en el caso de la vinculación a proceso de López Betancourt, así como sentar un precedente que salve los supuestos avances que, durante su rectorado, la UNAM había tenido en el combate a la violencia de género, pues todos esos avances han quedado en entredicho.

La disyuntiva del rector Graue es clara: ¿Prefiere irse por la puerta principal de la Torre de Rectoría, o seguirá fiel a su amigo, López Betancourt, y se irá, sin avisar y por la puerta de atrás, luego de haber defendido por años al gran acosador de la UNAM? Es pregunta.


 
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